Capítulo 47

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Dejándome llevar por la apariencia de la plaza, puedo decir que es seguro, e igual aún no desaparece el miedo que tengo como para llamar a la puerta.

Planeaba regresar, arrepentida de siquiera haber pensado en venir en primer lugar, no obstante, un hombre de aproximadamente 30 años abrió. Parece dispuesto a irse, lo digo porque carga un maletín y su saco.

—¿Te puedo ayudar en algo? —preguntó con sorpresa cautelosa. Huele a medicamento, solo que no lleva la característica bata blanca.

—Quiero hacer una cita... —me mordí los labios. No hay una secretaria a la vista, lo que me hace suponer que con este hombre debe hacerse el trato.

—Claro, pasa —dijo de inmediato y entré tras él. Dejó sus cosas en un sofá pequeño, el único en el consultorio, y se situó detrás del escritorio a teclear en la computadora, la cual ya había apagado y tuvo que volverla a encender—. Tome asiento, por favor —indicó, lo hice aún sin estar muy cómoda—. ¿Cuál es su nombre?

—Janette... Ginebra.

—¿Es mayor de edad? —inquirió, a lo que asentí. Me miró por el rabillo del ojo—. Y es su primera visita con un ginecólogo, ¿me equivoco? —Negué—. Claro —musitó haciendo esfuerzos por no reírse—. Por eso estabas allá afuera decidiendo si te quedabas o te ibas.

—¿Hay algún problema con eso?

—No, para nada —repuso con amabilidad—. Tengo dos horas justo ahora, ¿quieres que te atienda de una vez?

—... —tomé aire—. Está bien.

Pues ya estoy aquí.

—Muy bien —se levantó. Cerré los ojos por un instante, en el momento en que me temblaron las manos—. Ven. Necesito que te cambies ahí —señaló una cortina y se recogió las mangas de la camisa—, y luego te sientas en la camilla.

—...

El médico advirtió mi inseguridad, a lo que me sonrió con gentileza.

—Escucha, no pasa nada, esto es muy normal y necesario, pronto te acostumbrarás —explicó en un intento de hacerme sentir más positiva.

—No creo.

Fui a cambiarme. Ya llegué hasta aquí, además, no es como que nunca haya pasado por una revisión genital. Admito que el día que aquella enfermera me intentó meter las manos le arranqué el cabello, pero me refiero a que sé de qué va esto.

Ingresé tras la cortina y la cerré. En un estante se encuentran apiladas varias bolsas de batas nuevas, arriba dice que puedo tomar una y tirarla al cesto de basura una vez que concluya mi cita, así como que es necesario retirarme toda la ropa.

Tomé una bolsa, le desprendí el sello y saqué la bata, la cual me puse posterior a desvestirme.

Salí.

—Acuéstate y sube las piernas ahí —anotando algo en una hoja, indicó la camilla. A los pies de la mencionada hay dos soportes, donde parece que debo colocar ambas piernas.

—¿Significa que yo tengo que abrir las piernas?

—Pues sí, sino cómo voy a ver ahí abajo —me miró y sonrió. La verdad es que pensé en algo más obligado.

Supongo que de esta manera es más sencillo y un tanto menos traumático.

Tomé asiento en la camilla, me recosté y situé las piernas tal como dijo. Por instinto, quise cubrirme con la bata, nada más que es demasiado corta para ello.

Ya con la mascarilla y los guantes de látex puestos, tomó asiento de manera que ya no podía verle la cara.

Cerré los ojos y suspiré. Mi estómago está temblando.

[3] CCC_Eros | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora