Capítulo 54

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Mijaíl me llevó a su casa, donde me di un tercer baño por esta noche. Tres duchas completas en un día me dejaron una extraña sensación de estar más limpia que nunca.

El sujeto me prestó ropa suya, con el fin de no despertar a su hermana. Consistió en una playera negra y un pantalón holgado, de pijama.

Me dio una taza con leche fría, que yo misma le pedí y nos sentamos a la mesa de la cocina. Platicamos durante horas.

Le conté lo poco que recuerdo del viejo; cómo es que llegué con él en primer lugar; el hecho de que ni siquiera me acuerdo de Lucas, razón por la cual no entiendo qué tiene que ver él con la familia de Alexey, pues ahí se originó el problema en el que estoy metida; le quedó muy claro y ya no hubo duda alguna de que no sé absolutamente nada sobre lo que hay entre sus amigos y los hijos de Alicia; le detallé un poco sobre mí, como por qué detesto que me toquen, de dónde vienen los dolores de cabeza, a qué se debe mi mal genio y el que no sé cómo tratar a las personas, pues, a quienes conocí, le expliqué que estaban en las mismas, sino es que peores, condiciones que yo.

Fue la primera vez que le resumí mi vida a alguien y sentí quitarme un enorme peso de encima. Mijaíl no preguntó nada, no se asustó, molestó o inquietó, nada más prestó atención.

Nadie me había escuchado como él.

Subimos a dormir y, si bien no se acercó a mí, por esa fracción de mi vida, encontré tranquilidad.

En la mañana me despertó sentir las caricias de sus dedos, estaba tocando mi frente. Abrí los ojos por los hormigueos que me provocó su roce. Lo advertí desde que comenzó a observarme, poco antes de que saliera el sol, sin embargo, no había querido levantarme.

—¿Esto de qué es? —preguntó por la cicatriz en mi frente.

Parpadeé, me limpié los parpados y suspiré para terminar de despertar.

—La hizo Lidia. Una vez intenté levantarle el cabello de la cara y me azotó contra la pared —expliqué, a lo que su respuesta fue una expresión un tanto confundida. Me senté en la cama, al igual que él—. No tenía control sobre lo que hacía, nadie en el hospital. Hacerle algo así a otros era normal, tanto como golpearse contra la pared, hablar con alguien que no estaba ahí, gritar solo porque sí, venas saltadas de sus ojos por un simple enojo... Era todo normal.

Pasó mi cabello detrás de mi oreja y acarició mi mandíbula. Por la manera en que me mira, tengo miedo de que pregunte si me encuentro bien mentalmente. Puedo responder muchas cosas, en cambio, eso no.

Desayuné con él y con Ekaterina, quien, si bien se alegró al verme, se dirigió muy poco hacia mí. Parece agradarle que yo esté alrededor, aunque casi no me habla.

En todo momento, la chica fue atenta conmigo y se interesaba en que estuviera comiendo lo que sirvieron en mi plato, así como que bebiera el té que ella misma preparó.

Salvik estaba en el trabajo, según escuché, y no lo vi en toda la amena tarde que pasé con ellos.

En el patio trasero, ayudé a recoger las hojas que barrieron entre los dos, donde hay una casita para una mascota, solo que jamás he visto una por aquí. Había un árbol ahí que no tenía hojas, en cambio, pude ver que se trataba de un cerezo, lo que trajo a mi memoria aquella ramita que encontré en mi casillero. Busqué a Mijaíl y estaba retirándole a su hermana un par de hojas del cabello, luego la empujó con suavidad, colocando su mano frente a la cara de esta, a lo que la chica le dio un manotazo y le sonrió.

Del mismo modo, hicieron limpieza en el interior, para lo que también presté mis servicios.

Mijaíl dijo que no tenía que hacerlo, no obstante, la verdad es que me encontraba muy a gusto.

No quería irme de aquí.

Al dar las seis de la tarde, decidí que ya no podía permanecer más tiempo, pues de por sí presiento que estoy en graves problemas por haber desaparecido desde ayer.

Volví a vestir la ropa que traía y regresé a la Mansión en un taxi con dinero que Mijaíl hizo el favor de prestarme. El chico estaba decidido a acompañarme de vuelta a la Mansión, pero le dije muy firmemente que no, era mejor que yo sola enfrentara a Alexey o Alicia, a quien sea que me encontrara primero.

Mi teléfono se apagó ayer en la madrugada, por ende, no estoy al tanto de las llamadas perdidas.

El auto estacionó y bajé, a lo que Gabriel me recibió indicando que abrieran la reja para mí.

—Señora, la han estado buscando —anunció el hombre, bastante inquieto.

—Pues ya estoy aquí —me dirigí a la puerta de la casa e ingresé.

En la sala no nada más estaban Karen, Stan y sus hijos, asimismo, se hallan Fiorella, Alicia y Olive. En serio todos estaban buscándome.

—¿Dónde estabas? —preguntó la matriarca, tratando de mantener la calma dado el lugar donde nos encontramos. Vi su mano temblar, la misma con la que antes me abofeteó y seguro que es justo lo que desea en estos momentos.

—¿En serio te contesto aquí? —repuse.

—Gala, avísale a Alexey que ya está aquí —le pidió Karen a su hija.

—Viendo que se encuentra bien —Stan tomó el mando—, me parece que todas ustedes ya pueden irse —se dirigió a quienes no pertenecen a la Mansión.

—Jane, estábamos molto preocupados —Fiorella se acercó a mí.

—Estoy bien —le aseguré.

—Vámonos —decretó Alicia, luego de emitir un suspiro de fastidio, y su hija acató—. Más te vale ir a explicarme dónde estuviste —amenazó en un susurro al pasar cerca de mí.

Stan ordenó que Phil acompañara a Alicia y Olive hasta la reja, quizá para asegurarse de que no volvieran, no tanto por cortesía.

Fiorella se quedó, pues a ella le importa muy poco la dura expresión de Stan.

—Voy a esperar a Colec —me dijo la chica.

—¿Dónde está? —inquirí.

—Te fue a buscar —respondió Karen—, junto con Logan, Yale, Marina... y Alexey —enserió.

—Claro... —hablé para mí.

Era demasiado descaro retirarme al ala así nada más, por ello, me quedé acompañando a Fiorella hasta que Colec regresara, no iba a dejarla sola con todos aquí.

Emma no tuvo el valor de acercarse, se quedó escondida en el pasillo de la biblioteca, con la expresión de angustia.

Al cabo de diez minutos, Alexey volvió. No volteé hacia la puerta, e igual sabía muy bien que se trataba de él. Esperaba que me gritara como hizo unas noches atrás, incluso que se desquitara con cualquiera que se le pusiera enfrente. Todos creyeron lo mismo, en cambio, no permitió que siquiera cruzara una palabra con Logan o Colec; me tomó del brazo y me hizo subir al ala arrastrándome.

No estaba asustada, sino resignada.

[3] CCC_Eros | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora