Capítulo 21

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Seguí caminando los metros que me faltaban hasta el auto. En cuanto mi trasero tocó el asiento del vehículo, sentí cosquilleos en los genitales, mismos que se intensificaron en el momento en que Cristian arrancó.

Subí una pierna sobre la otra, además me moví un poco. Ni siquiera con ayuda de los topes conseguí acabar con la sensación, misma que no estoy segura de que era.

El sábado, utilicé casi todo el día para cepillar mi cabello, ya que Emma está haciendo el aseo en mi habitación y no tengo ganas de estar presente. Me ha estado preguntando mucho sobre lo que pasó en el bar y ya me harté.

Cada que tiraba de un nudo, mis ojos se humedecían por el dolor, aunque las lágrimas nunca salieron.

Toda mi cara se puso roja y no he dejado de apretar los dientes para distraer el malestar en mi cabeza. Siento que mi cráneo va a destrozarse en cualquier segundo.

«Esto no está funcionando», pensé.

Escuché que Alexey llegó, de modo que desistí de mi cabello. Dejé el peine sobre el lavamanos, lavé mi cara, me puse la pomada de las muñecas y salí.

Nuevamente se sirvió una bebida, no obstante, hoy escogió vodka. Bebió tres tragos pequeños y dejó el vaso a un lado.

—Eso no sirve —apunté. En Rusia es costumbre beber al menos tres sorbos con el fin de simpatizar con un anfitrión.

—No soy ruso, nací en Kobe —repuso concentrado en su teléfono. Me acerqué y coloqué mis brazos cruzados sobre la barra.

—¿Hyogo?

—Correcto.

—No parece —apunté mirando sus ojos, los cuales no están ni un poco rasgados, como rasgo común de la apariencia asiática.

—Ya lo sé —expresó sonriéndome. Me acercó el vaso de cristal, ofreciendo que bebiera, a lo que negué con la cabeza—. No vas a saber si te gusta si no lo pruebas.

Tomé el vaso, le di un trago muy pequeño e igual sentí que mi garganta ardía en llamas, sensación que se extendió hasta mi estómago. Carraspeé al advertir que se me había quedado atorado. Le devolví el vaso a Alexey y este se burló.

—Es horrible —dije haciendo una mueca—. ¿Por qué lo tomas?

—Porque sí —indicó sin más—. Te voy a mostrar algo.

—¿Qué? —cuestioné con algo de curiosidad.

Agarró el vaso y de un trago bebió lo que quedaba. Me ofreció una mano, la cual tomé, tiró de mí y rodeé la barra acercándome a él.

—Si te asusta que el sexo te duela, es porque no conoces lo que puedes sentir además dé —señaló un tanto cerca de mí.

—No, pero... No creo que valga la pena.

—Créeme, lo vale.

—... No estoy segura de que lo que tú sientas sea lo mismo que yo.

—No, supongo que no —miró al techo por un segundo y volvió a mirarme a los ojos—. Déjame enseñarte.

Se aproximó con lentitud. Estoy segura de que va a besarme, en cambio, no creo que sea buena idea. Intenté alejarme, a lo que me acorraló, para asegurarse de que no iba a irme a ningún lado, algo que, admito, no quería hacer.

Por supuesto, me besó, colocando ambas manos en mi cintura y yo abracé su cuello. Tenía toda la intención de continuar hasta dónde él indicara, sin embargo, en cuanto tocó la orilla de mi blusa, me aparté y sujeté sus manos, bastante asustada.

[3] CCC_Eros | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora