Capítulo 25

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Aunque pueda haber llegado a parecer una eternidad, resulta que sólo ha pasado una semana, que son siete días, que son 168 horas, que se convierten en 10 080 minutos y resultan ser 604 800 segundos... encerrados en la Montaña, todos haciendo lo mismo: buscar la Piedra del Arca.

Puede que Bilbo haya conseguido distraer y engatusar a mi padre (aunque con el comportamiento tan extraño que tiene últimamente parece que se puede engañar a Thorin fácilmente), pero yo sé que la esconde todas las noches envuelta en un trapo de terciopelo color granate, en un bolsillo en el interior de su abrigo. Él nunca me lo ha dicho, pero desde que lo encontré después de tener la conversación con Smaug, lo noté más nervioso.

Lo bueno de estar dentro de Erebor han sido las innumerables visitas entre los pasillos, el tiempo perdido mientras buscábamos algo en lo que poder derrochar nuestro tiempo libre y las conversaciones que he tenido.

En uno de mis descansos, llamo la atención de Bilbo y nos subimos a una habitación alejada de la sala de los reyes y las galerías (son las habitaciones que más registran los enanos). Guío al hobbit que intenta aprenderse todas las habitaciones y pasillos de memoria y reviso con recelo que Thorin no nos sigue (no voy a hacer nada malo... Para que quede bastante claro...).

— Bilbo, sé dónde puede estar la Piedra del Arca—Bilbo se sorprende e intenta disimular.

—¿A... a si? 

Sonrío al ver el inútil intento de despistarme del saqueador y le hago pasar bastante miedo. Cojo aire y lo miro serio.

— Podrías haberme dicho la verdad. Pensaba que teníamos algo más de confianza y que después de cubrirte me lo contarías, pero ha pasado ya más de un par de días y estoy harta de buscar algo que ya se ha encontrado.

— Eurielle, esa no era mi intención. Yo te quiero y quería contártelo pero me sentía muy inseguro.

— Sabes que a mí el oro no me importa—arrastro las palabras (últimamente le he encontrado algo de utilidad).

— Pero sí tus seres queridos, y con esto puede que haga mucho daño a tu padre.

— No me importa—Bilbo me mira extrañado, sacudo la cabeza y explico mis palabras—. Es decir, no me importa si eres sincero conmigo. No quiero secretos.

— Vale, pues entonces voy a empezar—Bilbo coge aire y me mira serio—: Tengo la Joya del Rey, ese pelo te queda muy mal (pero te quiero y te adoro demasiado); y me gustaría uno de tus besos ahora.

Lo miro conteniendo una sonrisa y tras un momento en el que él está tenso, lo abrazo y le doy un cálido y suave beso. 

—Menos mal. Pensaba que te ibas a enfadar con el tema de tu pelo.

— Algún día me crecerá... —Bilbo ladea la cabeza—. ¿Sabes qué? Mañana haré un tratamiento especial de princesa y después de buscar las habitaciones reales me daré un baño calentito: el agua la cogeré del río y la calentaré con ayuda de las fraguas.

Bilbo sonríe y vuelve a besarme.

—  Si mañana necesitas mi ayuda me avisas.

Cuando me separo me fijo en una ligera marca que tiene y Bilbo hace una mueca.

—  Oin me estaba recetando una pomada.

Vuelvo a fijarme de nuevo en Bilbo con detenimiento. Tiene la piel más pálida y tiene grandes ojeras. Con cierto temor, recuerdo que fueron los primeros síntomas que le encontré a Kíli y levanto el brazo de su abrigo para ver una herida cosida (aunque parece que está sucia), con pus y un color negro alrededor.

Hija de un rey (El Hobbit) Bilbo FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora