Capítulo 9

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Mi padre está bastante contrariado.

— Sí que importa. Quiero saberlo, ¿por qué has vuelto? —Bilbo le mira serio, sin saber como responderlo.

— Sé que dudas de mí. Sé—busca apoyo en mi mirada y sigue hablando—... sé que siempre has dudado. Y es cierto, a menudo pienso en mi tierra. Pienso en mis libros, mi sillón, mi jardín... Soy de Bolsón Cerrado, es mi hogar. Por eso he vuelto, porque vosotros... —empieza a mirar a toda la compañía—. No tenéis un hogar. Os lo arrebataron, pero espero poder ayudaros a recuperarlo —mi padre cambia en la forma en la que mira al mediano. Lo mira con compasión y agradecimiento (al final, parece que serán grandes amigos al final de esta aventura).

Tomamos aire y descansamos unos instantes, recordando nuestros sueños y nuestro hogar. El aire vuelve a estar algo embravecido, pero fresco y agradable. La Luna vuelve a iluminar la ladera cubierta de pinos y algunas rocas que se han desprendido de más arriba.

De pronto un aullido rompe nuestro descanso, y atemorizados buscamos de donde procede. 

— Huimos del fuego —mi padre parece comprendedlo antes que yo.

— Y caemos en las brasas. ¡Corred! 

Gandalf nos conduce ladera abajo y con la ayuda de la gravedad continuamos de forma menos cansada. Los pinos (tan bonitos en la descripción anterior) ahora no son más que un incordio para la carrera cuesta abajo, y ya no hablemos de las piedrecitas que nacen del suelo sólo para hacer que los enanos rodemos gracias a nuestras pequeñas piernas.

El terreno acaba (y aunque cualquiera pensase que eso es bueno para nuestros cuerpo molidos, el que acabe el suelo quiere decir que no podemos huir y la caída cuando nos cojan será fuerte) . Hay un desfiladero con grandes pinos rodeándonos. Grandes rocas aparecen dificultando cada zancada, los aullidos incentivan nuestros pies y la Luna juega un papel muy importante: es nuestro único farol en esta oscura noche.

Avisados por los rugidos y aullidos los huargos comienzan a descender de forma veloz y podemos ver sus ojos resplandecer detrás nuestra. Los trasgos se unirán en esta cacería dentro de muy poco: nuestro destino está muy negro. 

—Escalad los pinos.

De todos los árboles hay diferentes alturas; los enanos más altos nos arriesgamos y vamos a aquellos con las ramas inferiores más separadas del suelo, mientras que los que tienen corta estatura como Dori y Oin se tienen que conforma con unos árboles más jóvenes y con las ramas más cercanas al suelo.

Para subir todos hacen acrobacias, ninguno sube solo, todos son ayudados mutuamente. Como Fíli y Kíli, que el primero se ha apoyado en la espalda de su hermano, y después de estar en una rama bien sujeto, ha ofrecido una alta mano que Kíli ha tenido que coger saltando con mucha potencia. Ahora los dos están en el mismo árbol que Gandalf, junto con Dori, Ori, mi padre, Balin y Dwalin. El resto estamos dispersos en árboles cercanos.

Vuelvo a centrarme en el número de enanos y comprendo que sólo estoy contando enanos. Bilbo se ha quedado detrás. Al parecer uno de los huargos casi le mata, pero ha puesto su espada en una de las posturas que le enseñé y la espada está clavada con la punta (y la gran mayoría de la hoja) en la frente, terminando con la vida del animal. Él se ha paralizado y ha intentado de todas las formas sacar la espada. 

Con un resoplido bajo de la rama, tanto harta de que nadie le preste una mano al hobbit como harta de que no pueda salvarle nunca sin que ninguno corramos peligro. Me sitúo al lado del hobbit y aunque él sigue intentando sacar su arma, coloco mi perna en la cabeza del animal muerto y arranco la hoja con los dos brazos de un golpe seco. Entrego la espada a Bilbo y lo ayudo a subir en una rama alta. 

Hija de un rey (El Hobbit) Bilbo FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora