Estamos sentados en uno de los miradores, alumbrados por las estrellas y mecidos por un aire frío y distante. El silencio reina y los gritos lejanos son lo único que puede romperlo.
— Bilbo—busco alguna escusa para hablar con el hobbit (intento que nos movamos de aquí, no es sano para ninguno de los dos seguir mirando al horizonte)—, no me puedo quedar aquí quieta esperando noticias que nunca vendrán —no me responde.
— Es por mi culpa, van a morir por mi culpa... —Bilbo está sentado en el suelo, con las manos en la cabeza y la mirada perdida, sin poder hacer más que lagrimear.
Me acerco a su lado, apoyo el brazo sobre su cansado hombro y escucho su entrecortada respiración. Nunca antes lo había visto así.
— No es tu culpa.
Levanta la cabeza y me aguanta la mirada con seriedad mientras que las lágrimas enjugan sus mejillas.
— Me lo dices para que me sienta mejor, no es realidad lo que piensas.
— Hemos entrado y despertado al dragón...
— Lo he despertado yo—está airado consigo mismo y responde cortante.
—Nos hemos estado metiendo con él, e incluso hemos llegado a enterrarle en oro fundido. Los hombres de Lago son los más cercanos; él habrá supuesto que son ellos los que nos mandan.
— No te engañes Eurielle; yo hablé con Smaug antes de que aparecieses. Hablé de vosotros y cometí un error: le dí una pista directa sobre la Ciudad del Lago —me acerco a él y le pido que siga hablando mientras le limpio una lágrima—. Me dí el sobrenombre del Jinete del barril.
Siento un gran temor. No pueden enterarse de eso. Puede causarle más de un problema.
Disimulo el instante de duda, agarro las manos del hobbit y le obligo a que me mire de nuevo.
— Intentaste solucionarlo —Bilbo vuelve a mirar sus pies. De pronto, se me ocurre distraerlo y hacer algo útil para la Ciudad del Lago—. ¿Has encontrado algún defecto en él?
—¿Por qué lo dices?
— Podemos ayudar.
Levanta la cabeza con una sonrisa y empieza a recordar. De pronto me mira y se limpia con la manga del abrigo para poder hablar con claridad.
— Sí. La historia de Girion, la que nos contó el hijo de Bardo. En la casa nos contó que el antepasado consiguió clavarle una flecha negra se desprendió una escama del ala izquierda. Es cierta.
Puedo sentir como se quita un peso de encima.
— Ahora sólo tienes que ayudarme a buscar un pájaro.
— ¿Cuál?
— Un cuervo.
— ¡Pensé que no te gustaban! Parecías recelar de ellos cuando vinimos por aquí la última vez.
— Aquellos eran grajos. Criaturas desagradables de aspecto sospechoso, además de groseras. Esa garrulería es muy rápida y difícil, pero tendrías que haber oído los horribles nombres con los que nos han llamado. Los cuervos son diferentes. Hubo una gran amistad entre ellos y la gente de Thror; a menudo traían noticias secretas y se recompensaban con cosas brillantes que ellos escondían en sus moradas.
Haciendo memoria recuerdo un pequeño bosque, en uno de los laterales de la Montaña, por el que daba paseos de pequeña con mi familia. En uno de los árboles altos y robustos, colocaba pequeñas joyas y fragmentos de oro entre la corteza para agradecer por el servicio de los animales.
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Hija de un rey (El Hobbit) Bilbo Fanfic
AléatoireLa historia de un Bilbo Bolsón, un poco cambiada. Soy Eurielle, pero me llaman cariñosamente Riel. Fíli, Kíli, Dwalin, Balin, Oin, Gloin, Dori, Ori, Nori, Bifur, Bofur, Bombur son los enanos compatriotas que me acompañan en la aventura para reclamar...