Capítulo 9

1.2K 118 4
                                    

Respiro profundo llenando por completo mis pulmones dejando salir el aire con lentitud. Repito la acción unas veces más hasta sentir que la sensación dentro de mi pecho se adormece por unas horas. Es como si estuviera pasando cosas de las cuales ni siquiera soy espectadora. Ver a todos el día que partí, tan solo dejo una espina en mi corazón que día a día se clava más y más.

Los días fuera de la hacienda fueron días que con el tiempo se esfumaron con el viento. Los primero días llevaba un calendario en mi mente sobre la fecha y el día, pero cada día después de terminar el día laboral era tan cansado volver a pensar la fecha que deje de hacerlo. Más de alguno de todos los vaqueros tenía que llevar un calendario por lo que tenía la opción de que si preguntara ellos me lo dirían.

«Me equivoque.»




Nunca llevo un calendario, el hacerlo sería hacer más larga la jornada.

Creo que la única que lo llevaba era Rosa, pero aprendió que era una tortuosa espera por lo que dejo de hacerlo.

Es mejor no hacerlo, los días pasan más rápidos.




Esa eran una de las pocas respuestas de algunos de ellos, y los demás a su alrededor solo asentían. Y tal vez es algo que comprobare, porque los días a veces son tan cansado que solo deseas una maldita superficie para descansar. Mataría por una cama con el mejor colchón para descansar, daría en sacrificio cada res para obtener un maldito baño de agua caliente pero con los calores que se sienten en el clima, es tan satisfactorio darse una ducha de agua fría.

He perdido la cuenta de los días que hemos estado fuera de la hacienda, pero creo que tal vez han pasado más de dos semanas. No lo sé, tampoco es algo que ocupe mis pensamientos los últimos días cuando solo deseo comer y dormir. El hecho de que tuviera miedo de hacer esta travesía, no fue un impedimento para dar el salto. Aunque para muchos esto es un trabajo para el cual se entrena desde jóvenes, yo soy una simple novata en el terreno. Confieso que me siento como en una maldita guardería cuidada por todo los vaqueros que se ofrecen a enseñarme tantas cosas.

Si bien el clima es algo que estaba en nuestra contra el señor Ordoñez nos dijo que lo tomaríamos con calma. Y aunque hay demasiado que aprender cada uno se dispuso a hacer una lista sobre qué es lo más importante que debo de aprender. Creo que mi lugar está en la hacienda, pero eso no quita que hacer todo lo que hacen ellos no sea hermoso, aunque claro es un trabajo arduo y agotador. Cada tarde noche en que él día de trabajo termina cada uno de ellos aún tiene fuerzas para bromear o hacer sus parrilladas.

Termine tomándole un gusto al café hervido sin una pizca de azúcar. Claro que tan solo una taza para mi bastaba para tenerme levantada. Algunos de los chicos llevaban algunos tipos de guarniciones o dulces, es difícil ponerle un tipo de nombre pero era algo que no iba a probar. Todos apostaban en que tarde o temprano la curiosidad ganaría y terminaría probándolos, pero puedo parar mi curiosidad. Esa simple apuesta trajo a mi mente a Marley, porque claro que esa mujer probaría eso sin ninguna apuesta de por medio.

A pesar de que el clima se dijo que tal vez solo pequeñas lloviznas se esperaba a finales de octubre, creo que el meteorólogo nunca lo predigo. El primer día al salir de la hacienda se produjo una lluvia tan intensa que por poco se cancelaba todo pero cada uno estaba preparado para ello. Claro que la última palabra era la mía, pero al ver a mi padre con los brazos cruzados desde la ventana del despacho tan solo asentí dando la aprobación que todos requerían.

Dejame AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora