Capítulo 24

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Abro mis ojos con lentitud, sintiendo la incomodidad de tierra en mi rostro. Moverme dolía, y aun con el mínimo esfuerzo de respirar era costoso. Trato de recordar que diablos paso, pero el cansancio puede más conmigo. Con mis parpados caídos mis oídos logran captar el sonido de carros detenerse a la lejanía. Sintiendo una carga en mi cabeza muevo una de mis manos hacia el cinturón que evita que me dé contra el techo del auto.

Con esfuerzo entre abro mis ojos para ver en una posición extraña a uno de los guardaespaldas. Estiro mi mano hacia el cinturón, un click se escucha y me doy de lleno contra el techo. Un quejido se queda atorado en mi garganta al sentir un sabor metálico, pero ni siquiera se compara al latigazo de dolor que se irradia de mi muñeca hacia mi brazo. El cansancio volvía de nuevo, y aunque sabía que algo estaba mal, no lograba poner en orden mis pensamientos.

Una luz se filtraba por la ventana, y era tan molesta la intensidad de su iluminación que por más que entrecerraba mis ojos no lograba ver una mierda. Me giro para que hacia las puertas del auto, una de ellas está destrozada por lo que será difícil abrirla. Me acerco a la otra, por más que fuerzo es algo que no logro abrir con una sola mano. Por más que trato de abrirla no cede. Veo hacia adelante, hacia donde está el cuerpo sin vida de él.

Distingo la ventana destrozada con fragmentos aun de vidrios en ella. Con el corazón bombeando a mil, gateo hasta llegar a su lugar. Al sentir lo viscoso y caliente bajo mi mano pienso en que es cualquier líquido, y no ese que es vital para nuestro cuerpo. Me esfuerzo en pasar sobre él sin lastimarlo, pero tarde caigo en cuenta que aun muerto no se le puede lastimar.

¡Merde!

Gateo con rapidez ignorando el dolor, porque odio más el pasar sobre él para poder salir de este auto. Al sentir la suavidad de la tierra bajo mi mano, me esfuerzo en salir, cosa que resulta más difícil al sentir como mi camisa se queda atorada en algo. Usando toda mi fuerza logro soltarme sintiendo un rasguño en mi espalda. La adrenalina en mi cuerpo me hace ignorarlo. Sintiéndome un poco más agitada salgo del auto para ver que estamos dentro del bosque.

― Dios Santo sácame de esto, y juro que seré buena.

Suelto al ver el otro auto volcado a unos metros con las luces prendidas. Me recuesto en el auto tratando de regular mi respiración, la sensación de salir con vida se va ante el primer disparo que suena a lo lejos dándole paso a una lluvia de balas que resuena no muy lejos. Me levanto con una energía renovada sin tener una idea de a donde correr.

Hace menos de unas horas estaba en la seguridad de la mansión, y tan solo una mala decisión me hizo salir de ahí para ir a mi lugar. ¡Mala decisión! Sin mirar atrás camino lo más rápido que puedo por la orilla alejándome del lugar. Los disparos en vez de escucharle lejanos empiezan a tomar más intensidad casi como si me acercara a ellos, y no fuera alrevez.

En algun momento empiezo a correr abrazando mi brazo a mi pecho sin mirar atrás. Trato de evitar los dejavu que se vienen como olas una tras de otra sobre mi mente. Algunos pasos empiezan a escucharse detrás de mí, como las ramas se quiebran a su paso, a nuestro paso. Me imagino miles de escenarios que pueden pasar, mi mente es rápida en trabajar en ellos mientras trato de huir.

«Estoy muerta»

Es lo que mi mente grita al sentir un par de brazos sobre mi cuerpo y el peso nos tira a ambos al suelo. El grito que suelto hace eco en todo el bosque, que hasta yo me estremezco de lo estridente que és para sentir una mano sobre mi boca. El peso sobre mi brazo solo empeora el dolor como si miles de agujas fueran incrustadas en cada uno de mis nervios. Las lágrimas salen como si se mandaran solas, la persona nos da la vuelta y es algo que agradezco pero eso no termina de quitar el dolor.

Dejame AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora