Prólogo

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Una pequeña rubia veía todo con curiosidad, sentada en una silla muy grande. Movía sus pies que quedaban en el aire soltando pequeñas risas cuando trataba de estirar sus pequeñas piernas para tocar el suelo. Pero era algo imposible para alguien tan pequeña como ella.

Veía a señores con traje como su padre usaba pasar sin siquiera notarla, lo divertido era que algunos usaban corbatas muy coloridas. Pocas personas se dignaba a siquiera saludarla al saber quién era ella. Una idea cruzo su mente pensando que tal vez podía convencer a su padre sobre algún día usar una de ellas.

Una rubia con un vestido elegante, con tacones y un bolso de marca sale del despacho con una mirada fría dirigiéndose a casa persona que se le cruza directo a donde dejo a la niña. Cuando la niña ve a su madre, se acuesto en la silla para así poder resbalarse hasta que la punta de sus pies toque el suelo.

― ¡Mami! ―grita corriendo al encuentro de su madre.

Claro que eso es suficiente para llamar la atención de las personas alrededor. Mientras la rubia mayor aprieta la mandíbula ante el grito qué su hija. La rubia pequeña va al encuentro de su madre estrellándose en sus piernas sonriendo como si hubiera encontrado un tesoro.

«Mami.»

Sus ojos brillan mientras ve a su madre, la única persona que ama además de su padre y su abuela. Le muestra una sonrisa esperando una de vuelta, mostrando la sonrisa que le enseño hace unos días. Pero al ver la forma en que sus ojos de tornan se aleja porque sabe que ha enojado a su madre.

― Odette ―suelta con un tono frío sin importarle el pequeño temblor del cuerpo de la niña ― Que he dicho de este tipo de actitudes.

― Lo siento madre ―respondió la pequeña.

Se alejó lo suficiente para no hacer que su madre se enojara con ella. La siguió en silencio hacia el ascensor donde Cruz los esperaba. Le sonrió de lado cuando la ayudo a subir al auto y abrochar su cinturón. El viaje a la mansión fue en completo silencio, nunca le gustó mucho estar ahí pero a su madre le encantaba y quería hacerla feliz.

Al llegar las recibió el mismo hombre que venía todas las tardes a enseñarle cosas de las cuales no comprendía, pero su madre asentía con orgullo cuando ella lograba cumplir una tarea que se le dejaba. Y le gustaba que su madre la mirara con amor y si eso significa hacer todas esas cosas aburridas. Ella lo haría.

Esa tarde todo fue diferente para las personas presentes en la mansión. A su corta edad sabia muchas cosas y aunque todos pensaran que eran una niña, si le explicaban ella podría entender todo. Sentada en una silla observa a los niños jugar mientras ella estaba con su institutriz una señora mandona que no le gustaba que perdiera el tiempo haciendo otras cosas. 


19.06.23




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