𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐓𝐑𝐄𝐒 | Destrucción

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—— 𝚁𝚊𝚟𝚎𝚗 ——

Los siguientes días han sido difíciles para mí. Dentro de la escuela ahora estoy sola porque Yeonjun ha dejado de hablar. Al parecer sí va en serio con lo de ya no ser mejores amigos o siquiera conocidos. Cada vez que intento hablar con él o siquiera saludarlo, él voltea su mirada y se concentra en otras cosas. También lo he visto acompañado de Ji-woo, la porrista a la que antes no le prestaba ni la más mínima atención y ahora extrañamente la tolera.

Esa chica también ha sido un dolor de cabeza estos días. Ahora se toma atribuciones que no vienen al caso solo porque yo ya no soy mejor amiga de Yeonjun. Sus burlas por los pasillos de la escuela, que supuestamente me tienen que herir, solo me hacen reír.

Las horas de salida son mis favoritas porque, aparte de que las horas de clases se acaban, Renato viene a verme para acompañarme hasta casa. Es un gesto muy lindo por parte de él apesar de que por mis responsabilidades no pueda disfrutar como me gustaría de su presencia aquí en Seúl.

—¿Cómo te ha ido en la escuela hoy? —me pregunta con una sonrisa. Extiende una de sus manos para quitarme mi bolso y llevarlo él.

—Bien, aunque ahora estoy agotado y con dolor de cabeza. —Renato y yo nos detenemos en la esquina para esperar a que pase un taxi—. Yeonjun me está ignorando casa vez más.

Renato abulta sus labios antes de acercarme a él y abrazarme. Asimismo, su cuerpo sirve como un poste que me da sombra ante los radiantes rayos del sol. Él sonríe al verme con mi cara de sueño y de pocos amigos.

—¿Sabes? —me pregunta—. Se me ha provocado un helado. ¿Qué tal si vamos a tu heladería favorita?

—¿Es una cita?

—¿Quieres que lo sea? —vuelve a preguntarme.

—No estaría mal. —Contesto con los ojos cerrados. Mis brazos se entrelazan atrás de su espalda y le doy un fuerte apretón—. Gracias por estar aquí. Te quiero mucho.

Renato me devuelve el abrazo del mismo modo y ambos empezamos a caminar calle abajo para ir a mi heladería favorita. Durante el camino le envío un mensaje a mi papá para avisarle que demoraría más en llegar a casa. Luego de eso, solo me dediqué a pasar un buen tiempo con el mayor y reírme de sus ocurrencias.

Llegando a la heladería, Renato se ofreció a pagar por los dos conos. Yo me pedí un helado de sabor a dulce de leche mientras que Renato se fue por lo más común como el helado de vainilla bañado de fudge.

Salimos del estacionamiento para ir a una plaza que quedaba a tres cuadras de donde estábamos. Ambos caminamos de manera pausada sin ir tan apurado, Renato sostenía mi mano y a veces me jalaba hacia él para robarme un poco de mi helado.

—Ojalá pudiera quedarme más tiempo aquí —suspira mientras va mirando todo lo que hay en la plaza.

—La próxima vez que vengas avísame para hacer tantos planes como pueda contigo —le respondo.

Renato se gira, baja un poco sus lentes y me mira con una ceja arqueada.

—¿Me prometes que saldremos más? —asiento—. Por eso eres la mejor.

El sol comenzaba a ceder su lugar al crepúsculo mientras paseábamos por la plaza, nuestros pasos eran acompasados y ligeros. Renato sostenía los helados y de vez en cuando se le escapaba alguna mirada cómplice, como si guardara un secreto emocionante. Al final nuestra cita duró más tiempo de lo que ambos habíamos creído y hemos repetido el mismo postre como unas tres veces.

Casi ya yéndonos de la plaza, Renato ve un póster y me lo señala.

—¿Qué te parece si la próxima vez vamos al festival de linternas?

Love me, Daddy » 𝐉𝐉𝐊 | +𝟏𝟖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora