46; Miedo

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Kayla | miedo

—¡Despacio amore!

El grito de Lean me hace reir por que ni siquiera voy rápido pero él tiene terror a que yo me suba a algún tipo de vehículo después de mi accidente, incluido mi monoplaza, a pesar de que yo no fuí la chocó.

—¡Amore!—vuelve a gritar.

Bajo la velocidad un poco y doy la última vuelta en el circuito que armamos por que si no a mi novio le va a dar un patatus.

A lo lejos lo veo correr hacia la meta de llegada con una botellita de agua en mano, pero en el camino se choca con una rueda y se le cae la gorra, de paso la botellita de agua también.

Salgo del monoplaza riéndome por que parece que hoy el cuerpo y la mente de Lean no andan congeniando bien.

—¿Estás bien, gordo?

—Si mi amor, toma agua. Ponete gorra que hay mucho sol, acá hay lentes de sol también, ¿tenés hambre? Vamos a comer algo, sacate ese traje que te va a dar mucho calor y te puede hac...—habla casi rapeando.

—Hey, tranquilo amore. Hablas muy rápido.

Mi novio toma de la botella de agua que era para mí, me saca el casco de la mano para tenerlo él y con cuidado me pone la gorra por que el sol está pegando un poco.

—Me dió cagaso, tonta—se queja abrazandome.

—¿Por que? Si iba despacito, amore.

—¿Que despacito? Ibas re rápido amor.

—Que exagerado sos—le doy un pico.

Uno no, en realidad le lleno la cara de besos hasta que un personal de seguridad del autódromo nos interrumpe.

Lamento interrumpir señorita Kayla, quería informarle que Lorenzo Lecrerc está en la entrada del autódromo.

Al escuchar ese nombre toda felicidad que había en mí se esfuma por completo, mi ánimo decae y mi novio se da cuenta por que me acaricia los hombros suavemente pero por su expresión en la cara sé que ya está enojado.

Obviamente no entró por que está totalmente prohibida su entrada, sólo me pidió que le deje esto pero si quiere la tiro o hago lo que usted me diga.

No respondo por que no se que responder, no quiero saber nada de él, no quiero nada de él, me da miedo el saber que estuvo en la entrada del autódromo, me da miedo escuchar su nombre, me eriza la piel acordarme de él, me da miedo.

Miro a Lean para que el decida que quiere hacer con eso, a mi no me importa, no quiero saber nada.

Demelo a mí por favor—le pide él.

El señor se lo da y antes de que se vaya le agradecemos.

Le dió un reproductor con un audio que solo hay que presionar para escucharlo, nada más.

—Vamos a sentarnos, ¿dale?

Mi cabeza se nublo desde el momento en que escuche el nombre de Lorenzo, la tengo en blanco, estoy como ida.

A escondidas; Leandro Paredes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora