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❛Tercer piso en el ala oeste, tu y yo❜
El día de Halloween había pasado muy lentamente para Arian, estaba casi segura de haber estado todas las clases jugando con su pluma y haciendo rayones en los bordes de sus apuntes.
La clase de Runas Antiguas era la que se estaba demorando más en acabar, no sabía si era la voz de Sir Apolo que no lograbra más que darle sueño por lo serena que era o su nerviosismo, que ni sabía de donde venía.
Era cierto que pasó todo el día evitando a Vincent y que tampoco tenía motivos para hacerlo, pero se sentía extraña.
Era extraño.
No sabía como debía sentirse sobre aquel beso, no había sido capaz de reaccionar, quizá debía haberlo correspondido o haberse alejado.
Estaba confundida.
Ni siquiera notó cuando el profesor se acercó a su pupitre y se agachó ante ella en espera de una palabra.
──Señorita Langdon, ¿se encuentra bien?── preguntó.
Arian pestañeó varias veces.
──Sí, Profesor De Sade── respondió.
El hombre hizo una mueca, no le creía. Sus ojos fueron a parar a los apuntes de la muchacha, que estaban escritos con un lápiz rosado neón.
──¿Está segura? Apenas ha tomado nota de la clase── él apuntó a las escasas palabras en la hoja, que apenas constituían dos frases.
──No lo sé, Profesor── Langdon inhaló con languidez.
──Quédese después de clase, por favor.
Sir Apolo volvió a su escritorio después de hablar con la castaña, se quedó observándola mientras el resto de sus alumnos hacía la actividad que les había asignado.
Sabía que la muchacha sentía un cierto tipo de rechazo hacia él, solo le bastaba con recordar su mueca de asco cuando se conocieron en la fiesta de Sir Donald, pero no podía evitar preocuparse por ella.
Era la nieta de su socio y mucho más importante, era su alumna.
Una vez acabada la clase, la joven se tomó su tiempo para guardar sus cosas en su mochila, cuando todos los demás estudiantes salieron del aula, la llamó a su escritorio, ella llevó una silla para sentarse.
──¿Qué sucede?── preguntó.
──Muchachos, profesor. Nada más que eso── Arian sonó cansada, estaba seguro que no era el primer docente que hacía que se quedara hasta después de clase en el día. Mas las órdenes de Dumbledore de preocuparse por su estado eran ineludibles.
