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❛ Cosas que mi orazón solía saber, cosas que anhela recordar ❜
La mirada de Draco parecía apacible y bastante desinteresada ante la infinidad de cuadros en el pasillo que recorría junto a Arian.
Los ojos de la chica brillaban, aunque ya hubiera visto esas pinturas mil veces y pudiera recrearlas en su mente solo con la memoria, incluso siendo capaz de recitar los autores, técnicas y qué era se retrataba en cada una de ellas.
A ojos de Malfoy, la decoración de aquella mansión le parecía una secuencia bastante repetitiva y algo fastidiosa, las arañas de cristal en todos los lugares posibles, grandes cúpulas con ángeles pintados en ellas ubicadas en los salones principales, corredores eternos con miles de cuadros en sus paredes, espejos en espacios donde no cuadran, estatuas de mármol por doquier, gigantescos pianos de cola y violines en las habitaciones de descanso, ah y fotos de la Familia Langdon, hasta en las tazas.
Desde que tenía memoria, su padre le había dicho que los Langdon eran unos traicioneros, que cruzaban los dedos tras sus espaldas al hacer un trato, que nunca podían contenerse de poner una infinidad de condiciones al hacer un préstamo y que siempre se reservaban el Derecho de Inventario, un término que Draco no entendía, pero según sabía era invento de esa familia.
Su abuelo, Abraxas Malfoy, (un gran amigo de Sir Donald Langdon) le había contado que no había mejores jinetes que los Langdon, que era un espectáculo verlos montar abraxanes, aethonans y caballos no mágicos, sin embargo, había algo más en lo que eran verdaderos diamantes.
El vals, era su mayor talento y no había miembro de la familia que no supiera bailarlo a la perfección, ver a un Langdon bailar el vals se describía como la más placentera de las vistas.
Cuando Abraxas y Narcisa fueron invitados a la Gala Ceremonial de el Gran Donald, no dudaron en ir, Draco se decidió por acompañarlos para confirmar lo que se decía sobre el vals.
No podía negar que el mejor baile de su vida acababa de ocurrir, en esa mansión, con Arian y tampoco se atrevía a desmentir el hecho de que quería repetir ese vals hasta que sus pies sangraran y sus piernas no pudieran moverse.
Posó su mirada en la chica que parecía ser la nieta favorita de Donald, observó esa sonrisa tonta en su boca, luego pasó por la unión entre sus labios y su nariz, recorriéndola por la punta hasta el puente, llegando hasta sus ojos.
Brillaban como dos estrellas, que no dejarían de alumbrar, incluso en la noche más oscura y tenebrosa.
Arian no mostró indicios notar su intensa mirada, escaneando cada célula de su rostro, al parecer, el estar en un movimiento la mantenía concentrada en enfocar su vista en los cuadros de ese corredor que aún no terminaba.
Finalmente una luz apareció indicando un final a esa caminata que parecía no tener un descanso.
Llegaron a un marco, cuya puerta se encontraba abierta hacia adentro, la luz de luna se difractaba por las rendijas de una persiana para llegar hasta allí. El pomo y las bisagras brillaban en un intenso color oro
