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❛Queridísima, Clara Stahlbaum❜
El vestíbulo estaba abarrotado de estudiantes que se arremolinaban en espera de que dieran las ocho en punto, hora a la que se abrirían las puertas del Gran Comedor. Los que habían quedado con parejas pertenecientes a diferentes casas las buscaban entre la multitud.
Arian se encontraba aferrada al brazo izquierdo de Vincent, mientras hablaba con Fleur y su pareja, Roger Davies que mantuvo la boca cerrada durante toda la conversación.
La francesa llevaba una túnica de satén gris, simple pero muy elegante y que no le podía quedar mejor, la había acompañado con un tocado plateado en forma de mariposas.
──Mi opega favogita es Cagmen── dijo con su acento francés──. La última vez que la vimos, Vincent se quedó dogmido.
La risa de Fleur era extremadamente grácil y contagiosa, Langdon también rió al ver a su pareja cubrir su rostro para intentar disimular su sonrojo.
──Tuvo que gogagle a mi madge cuando íbamos a veg Madama Butterfly. Le jugó que no volvegía a quedagse dogmido.
A la castaña le parecía que la mayor de los Delacour había desarrollado un ligero gusto por hacer pasar vergüenzas a su hermano del medio.
Llegó un grupito de Slytherin. Draco iba al frente. Llevaba una túnica negra de terciopelo con cuello alzado, de su brazo iba Pansy Parkinson, con una túnica de color rosa pálido con muchos volantes.
Arian juró haber visto una mirada de odio en los ojos de Pansy, pero estaba segura de que Draco se había quedado más tiempo del que debía mirándola.
Se abrieron las puertas principales de roble, y todo el mundo se volvió para ver entrar a los alumnos de Durmstrang con el profesor Karkarov. Krum iba al frente del grupo, acompañado por una muchacha preciosa vestida con túnica azul a la que reconoció como Hermione. Por encima de las cabezas pudo ver que una parte de la explanada que había delante del castillo la habían transformado en una especie de gruta llena de luces de colores. En realidad eran cientos de pequeñas hadas: algunas posadas en los rosales que habían sido conjurados allí, y otras revoloteando sobre unas estatuas que parecían representar a Santa Claus con sus renos.
En ese momento los llamó la voz de la profesora McGonagall: ──¡Los campeones por aquí, por favor!
Fleur y Roger se despidieron antes de dar media vuelta en dirección a la profesora.
Pasaron minutos que le parecieron horas, hasta que hicieron pasar al resto de alumnos al Gran Comedor. Habían recubierto sus muros de escarcha con destellos de plata, y cientos de guirnaldas de muérdago y hiedra cruzaban el techo negro lleno de estrellas.
En lugar de las habituales mesas de las casas había un centenar de mesas más pequeñas, alumbradas con farolillos, cada una con capacidad para unas doce personas y a un extremo de la pista de baile, se encontraba una gran mesa redonda, donde se hallaban sentados los miembros del tribunal supremo.
