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El impacto me deja sin aliento y, de pronto, mis pies dejan de tocar el suelo unos instantes antes de caer sobre mi espalda con tanta violencia, que me quedo sin aliento. La cabeza me rebota contra el concreto y los bordes de la visión se me nublan de inmediato. No puedo respirar. No puedo pensar. El dolor que estalla en toda mi anatomía es tan abrumador, que no soy capaz de reaccionar.

Me toma unos instantes darme cuenta de que la criatura está clavando una de sus manos en mi mejilla derecha y que la otra la aferra a mi cintura y, cuando abro los ojos para encararla, el terror se mezcla con la confusión que me embarga y me hace ahogar un grito.

No tiene ojos. El lugar en el que deberían estar, está completamente hueco y solo hay carne viva y sanguinolenta. Tiene una hilera delgada de dientes filosos que se abre hasta lucir imposible y su rostro es tan anguloso, que no luce natural. Entonces, emite un sonido agudo que me taladra los tímpanos.

De pronto, el Oráculo grita de regreso y, antes de que pueda darme cuenta de lo que está pasando, el demonio sale despedido fuera de mí.

Como puedo, me giro sobre mi eje y, a rastras, comienzo a avanzar lo más que puedo lejos de él... O de ella.

El Oráculo me advierte y apenas tengo tiempo de rodar sobre mi tronco antes de que la punta de un ala membranosa se clave en el suelo con violencia. Un grito se construye en mi garganta cuando el demonio trata de alcanzarme y, más por instinto que por otra cosa, tiro de los hilos que, en el estado de adrenalina pura en el que me encuentro, brillan por todos lados.

La bestia emite un rugido aterrador cuando choca contra el campo de fuerza creado por las hebras a mi alrededor, y es solo gracias a ello, que tengo oportunidad de ponerme de pie.

Siento que la cabeza me va a estallar. Me duele tanto, que las sienes me palpitan con violencia, y cada latido me nubla más y más la vista. Voy a desmayarme en cualquier momento. La criatura que me ataca va a matarme cuando no pueda defenderme más.

Se acabó. Voy a morir aquí, a manos de un demonio de jerarquía mayor.

Mejor a manos de un demonio que de un Guardián, me susurra el subconsciente, y casi sonrío ante la idea de tener una muerte más honorable para los de mi clase que la de sucumbir ante la dinastía Guardiana.

Las criaturas hechas de sombras nos rodean y se ponen en guardia, como si solo esperasen las instrucciones del demonio que me ataca para abalanzarse en mi contra.

El Oráculo sisea, pero son tantas las voces que hablan a la vez, que no logro entender nada de lo que dice. Habla acerca de respeto, lealtad y mostrar mi valía, pero no sé si realmente estoy entendiendo bien o solo es el maldito golpe que me di en la cabeza el que está perturbándome las ideas.

Las alas del demonio frente a mí se extienden, grandes e imponentes —hermosas— y se agazapa antes de enterrar las manos en el concreto —como si las enterrara en la arena suave de la costa o algo por el estilo— y tirar con fuerza.

El Oráculo chilla, como si le doliera cuando lo hace y, es en ese momento, cuando lo noto...

Pánico se mezcla en la maraña de sentimientos y sensaciones que me abruman. Un puñado de piedras se me acumula en el estómago. El corazón me da un vuelco furioso.

Las voces en mi cabeza gritan y rugen, cual animal herido, y me hacen llevarme las manos a las orejas y arrodillarme en el suelo. Está tirando de los hilos. Los está... rompiendo.

Grito.

Grito de dolor.

Grito porque no puedo soportar la tortura que me estruja las neuronas.

Guardián ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora