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El tiempo se ralentiza y, de pronto, todo comienza a moverse con la lentitud de una cámara lenta.

El chillido espeluznante me pone la carne de gallina, pero apenas tengo tiempo de reaccionar cuando Lorraine gira el volante con tanta fuerza, que la criatura que ahora llevamos en el asiento trasero impacta contra la puerta ante la velocidad con la que derrapamos. Siento un golpe violento en la cara que me desorienta unos instantes, pero espabilo lo suficientemente rápido como para ver cómo el murciélago gigante se abalanza sobre la chica al volante.

Un golpe estrepitoso retumba en el techo del vehículo justo cuando Lorraine suelta un grito ahogado, y pisa el acelerador a fondo unos instantes antes de meter los frenos.

La criatura, que se aferraba a ella, sale despedida hacia adelante y termina estrellándose contra el cristal frontal del vehículo. Fragmentos de vidrio vuelan en todas las direcciones, pero el demonio rueda por todo el cofre del coche y se estrella en el asfalto a unos cuantos metros de distancia de nosotros.

Soy capaz de escuchar el sonido de mi respiración dificultosa por encima del sonido estridente del aleteo de las criaturas que sobrevuelan a nuestro alrededor, y el golpeteo intenso de mi pulso detrás de mis orejas.

—¿Estás bien? —Lorraine inquiere, pero no puedo apartar la vista de la criatura, quien se recupera y emprende el vuelo para reunirse con la parvada de demonios que ha comenzado a agruparse a nuestro alrededor; acechándonos.

Asiento, con lentitud.

—¿Tú? —inquiero, echándole un vistazo rápido de reojo.

Asiente, pero soy capaz de notar el corte que tiene en la mejilla derecha.

Trago duro, al tiempo que noto como los demonios empiezan a rodear el vehículo con un vuelo constante y furioso.

Aprieto la mandíbula.

—Sujétate fuerte. —Lorraine instruye, al tiempo que aferra las manos al volante y, como puedo, me aferro a todo antes de que ella pise el acelerador una vez más.

Salimos despedidas y golpeamos a un puñado de demonios, al tiempo que nos abrimos paso a través de la cortina que habían empezado a crear a nuestro alrededor.

Las criaturas comienzan a estrellarse contra la parte trasera del coche cuando notan que tratamos de escapar y Lorraine pierde el control ligeramente, pero lo recupera al cabo de unos aterradores segundos en los que lo único que puedo escuchar, son los chillidos aterradores que emiten estas cosas y el sonido de mi corazón latiendo a mil por hora.

—¡Lorraine! —grito, cuando una figura enorme, más grande que cualquiera de las que nos sigue, aparece en mi campo de visión y bate sus alas con furia hacia nosotras.

Lorraine da un volantazo para esquivarlo, pero el demonio parece no darse por vencido y golpea contra la puerta del copiloto con tanta fuerza que siento como el metal se dobla y me empuja hacia un costado.

Los demonios más pequeños parecen seguir el ejemplo y empiezan a estrellarse uno a uno contra el lado del copiloto, haciendo que las llantas se levanten del suelo y Lorraine pierda el control del auto.

Entonces, sucede...

El impacto es brutal. Como si se hubiesen organizado para hacerlo. Es tan violento, que el vehículo pierde el control y deja de tocar el suelo para dar una voltereta.

Me aferro a todo mientras que el mundo se pone de cabeza una...

Dos...

Tres veces...

Guardián ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora