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—Ay, Dios... —Leroy susurra a mi lado y mi cabeza se alza de inmediato.

Mi vista localiza rápidamente el motivo de la expresión de mi amigo y siento cómo un puñado de piedras se me asienta en el estómago. Aprieto la mandíbula solo porque Iskandar Knight se acerca por el corredor principal y tiene la mirada fija en un punto en específico: el lugar en el que me encuentro.

Una palabrota amenaza con abandonarme, pero la reprimo mientras, disimulada, me concentro en terminar de sacar el impermeable.

La jornada escolar ha terminado y hoy es mi día de descanso en la tienda, pero debo esperar a Enzo —que está en práctica de baloncesto— afuera del gimnasio dentro de un par de horas. Es por eso que he quedado con Leroy de ir al centro por un café para matar un poco de tiempo y esperar a que mi primo salga para ir a casa con él.

—Maddie...

—Cállate —siseo en su dirección, porque sé que estaba a punto de decirme que Iskandar Knight viene hacia acá y le dedico una mirada venenosa cuando, apresurada, cierro el casillero de un portazo y me giro, dispuesta a echarme a andar.

Es evidente que estoy huyendo, así que ni siquiera me molesto en ser discreta.

Leroy, mirándome como si hubiese perdido la cabeza, echa un vistazo en dirección al pasillo antes de avanzar detrás de mí.

—¡Maddie! —exclama—. ¿No vas a...?

—No. —Lo corto de tajo.

—Pero...

Lo hago callar con una seña, al tiempo que me enfundo en el impermeable.

Cuando salimos al estacionamiento helado de la preparatoria, casi siento el alivio recorriéndome las venas. La bocanada de aire que me abandona crea una nube cálida alrededor de mi rostro y me abrazo a mí misma porque estoy muriéndome de frío.

En otro momento, me habría puesto el abrigo —ese que olvidé en el casillero por salir corriendo— dentro de las instalaciones escolares y me habría puesto encima la chamarra para la lluvia. Ahora debo conformarme con la sudadera, la blusa de mangas largas y la ropa térmica que llevo debajo y nada más.

—¿Qué demonios pasa contigo? —Leroy dice sin aliento detrás de mí, al tiempo que disminuyo la velocidad solo porque no sé dónde ha dejado aparcado el auto de su mamá. Él rápido nos hace llegar ahí y, mientras busca las llaves dentro del bolsillo de sus vaqueros, añade—: ¡Joder! ¡Si Iskandar Knight camina directo hacia ti, lo esperas! ¡Es Iskandar, jodido, Knight!

El Oráculo enmudece.

—Y puedo presentarme como es debido, si así me lo permiten. —La voz ronca y profunda a mis espaldas hace que un escalofrío me recorra entera, y cierro los ojos con fuerza antes de girarme sobre mi eje para encararlo.

Frente a nosotros —vistiendo solo la gabardina reglamentaria de los Guardianes y el cabello apelmazado por la humedad sobre la frente—, se encuentra el chico al que he evadido todo el día. Ese por el que el Oráculo tiene una extraña fijación que no comprendo del todo.

—Iskandar Knight. —Extiende su mano en dirección a Leroy y esboza una sonrisa que me deja sin aliento durante un segundo.

Maldigo para mis adentros cuando me encuentro analizando el único hoyuelo que se dibuja en su mejilla derecha y la rectitud de su dentadura.

—Leroy Williams. —Mi amigo, embelesado, extiende su mano de regreso para saludarlo—. Ella es Madeleine Black.

—¡Leroy! —siseo, al tiempo que tiro de su chaqueta para hacerlo callar.

Guardián ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora