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Conforme avanzamos, la batalla se vuelve cada vez más y más brutal.

Hay Guardianes malheridos tirados por todo el bosque y uno que otro cadáver por aquí y por allá. He tratado de no poner demasiada atención a ellos, ya que, tan pronto como vi el primero, sentí que me paralizaba por completo. El terror que siento ahora mismo es tan atronador, como la adrenalina que me zumba por las venas a una velocidad vertiginosa.

En su lugar, trato de concentrarme en la cantidad de demonios masacrados en el suelo. En la cantidad de criaturas oscuras que han perecido a manos de los Guardianes y en la cantidad de vidas humanas que se han salvado solo por eso.

De cualquier modo, no deja de ser impresionante la manera en la que las pilas y pilas de criaturas oscuras yacen en el suelo de todo el lugar. Son tantos, que cuesta trabajo pensar que han salido por la puerta energética de la iglesia abandonada. Que han venido aquí, al culo del mundo, a iniciar una guerra con los Guardianes justo en esta isla olvidada por la mano del Creador. Olvidada por la humanidad entera...

Los guerreros celestiales que nos escoltan también han sido mermados por algunas bestias aterradoras que nos hemos encontrado mientras avanzamos, pero el escudo que Anne ha puesto sobre sus chicas se ha mantenido intacto.

El Oráculo no ha dejado de zumbar a través de mi cuerpo, como si se sintiese con la total libertad de navegar por mi anatomía, como si yo le perteneciera y estuviese dispuesto a utilizarme a su antojo. Eso, coronándolo todo, añade un nivel más de ansiedad a mi sistema. Nunca me había sentido de esta manera. Con tan poco control sobre su poder y tanto miedo corriéndome por el cuerpo.

No estamos muy lejos de la iglesia.

Pese a la tormenta que apenas nos permite ver más allá de nuestras narices, soy capaz de reconocer el lugar en el que nos encontramos ahora.

Los relámpagos revientan contra el suelo con violencia e iluminan el cielo de tonalidades tan antinaturales, que se nota a leguas que no son provocados por algo de este mundo. Se nota a leguas que auguran algo aterrador. Algo que te pone la carne de gallina cada que azotan con brutalidad sobre la tierra.

Es hora... El Oráculo me susurra contra el oído. Tienes que ir al faro ahora mismo; si no, será demasiado tarde.

Aprieto la mandíbula y los puños solo porque no sé cómo diablos voy a irme de aquí sin hacer que Anne, Livy o Lorraine traten de impedírmelo.

Miro alrededor.

Los demonios atacan con todas sus fuerzas a los Guardianes. Hay sangre fétida en todos lados y el suelo está tan resbaloso, que caminar cuesta trabajo, aún con las botas de combate que llevo puestas.

El corazón me golpea con fuerza contra las costillas y la adrenalina no ha dejado de bombear a través de mi torrente sanguíneo.

Trago duro y cierro los ojos con fuerza, permitiéndome sentir el pánico atronador y paralizante que me invade durante una fracción de segundo. Entonces, vuelvo a encarar lo que me enfrenta.

Los demonios tratan de llegar a las chicas a las que Anne protege con todo ese poder que no sabía que poseía, pero los Guardianes cuya misión es mantenernos a salvo, se interponen en el camino para impedirlo.

Acto seguido, miro a Lorraine.

El pulso me zumba detrás de las orejas y me siento cada vez más asustada, pero, de todos modos, la tomo por la muñeca y, cuando ella me observa de regreso, le dedico la sonrisa más tranquilizadora que puedo esbozar.

—Necesito hacer algo —digo, en voz alta, para hacerme escuchar por encima del rugido de la batalla y de la tormenta—. Que nadie me siga, por favor.

Guardián ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora