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La cabeza me da vueltas. El corazón me va a estallar dentro del cuerpo y, de no ser porque Iskandar me sostiene por los brazos, ahora mismo estaría derrumbada en el suelo debido a la impresión.

Mis pensamientos corren a toda velocidad mientras que, una a una, las piezas en mi mente van tomando su lugar.

—La sangre que corre por tus venas, no solo es demoníaca, Mads. —La voz de Iskandar me llena los oídos, y suena preocupado. Urgente—. Es una que supone una amenaza tan grande para los Guardianes, que mi padre no dudará ni un instante en acabar contigo. Debes irte, y debes hacerlo ahora.

Trago duro, pero no logro deshacerme del nudo apretado que tengo en la garganta.

—¿Te veo en el puerto al amanecer? —inquiero, y sueno suplicante, pero la verdad es que no me importa hacerlo. Necesito saber que no me ve como una amenaza. Que nuestros planes siguen siendo los mismos y que va a huir conmigo sin importar quién es mi padre.

Él asiente.

—Cerca de la taquilla. Tomaremos el primer Ferry a tierra firme.

Asiento, sintiéndome aliviada y aterrorizada al mismo tiempo.

Él planta sus labios sobre los míos en un beso rápido, pero que hace que el corazón se me llene de algo cálido y poderoso.

—Ten cuidado, por favor —susurro contra sus labios.

—Estaré bien. —Me asegura—. Necesito que me prometas lo mismo.

Le regalo otro asentimiento.

—Te lo prometo —digo, con un hilo de voz.

—Ve... —Me empuja con suavidad—. Trataré de abrirte el camino lo más que pueda.

Entonces, me echo a correr en dirección al bosque.

Apenas puedo deshacerme de los amarres de la armadura que llevo encima, pero, cuando lo consigo, me quito las pesadas piezas y las lanzo al suelo sin dejar de correr.

La gabardina Guardiana también es abandonada en el suelo del bosque y corro con aún más ímpetu, sorteando árboles y demonios cada pocos minutos.

Los Guardianes que me topo en el camino están tan inmersos en la batalla, que ni siquiera me echan un segundo vistazo cuando les paso cerca; sin embargo, trato de evitarlos lo más posible. Trato de escabullirme entre la arbolada y los arbustos crecidos cuando veo que un grupo grande de ellos cerca de mí.

No sé cuánto tiempo pasa antes de que deje el campo de batalla lejos de mí. Con todo y eso, no dejo de correr. No dejo de avanzar a toda velocidad por el bosque oscuro en medio de la tormenta que aún no parece apaciguarse.

No sé a dónde iré.

Mi primer pensamiento, es volver a casa. Ir a la Casa Black a hacer una pequeña maleta para escapar por la mañana; sin embargo, no sé qué tan seguro sea hacerlo.

La opción de ir al pueblo, a casa de Madame Dupont, viene a mis pensamientos, pero la descarto tan pronto como llega. Estoy demasiado lejos de la ciudad. Me tomaría horas llegar allá a pie. Además de lo expuesta que estaría todo ese tiempo.

Trastabillo con una rama derrumbada en el suelo, pero no pierdo el equilibrio por completo. Solo doy un par de traspiés antes de sostenerme del tronco de un árbol cercano.

Cierro los ojos en ese momento y me tomo unos segundos para recuperar el aliento.

Estoy agotada. El sonido de mi pulso contra mis orejas es atronador y la garganta me arde debido al aire helado que estoy respirando.

Guardián ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora