36

8.6K 1.4K 712
                                    



—¿Cómo vamos a hacerlo? —El sonido de mi voz irrumpe el silencio en el que se ha sumido toda la estancia.

Estoy aquí, acurrucada, completamente desnuda, entre los brazos de Iskandar. Estoy agotada, lánguida y tengo los ojos cerrados, pero no puedo evitar preguntar aquello que revolotea por mi cabeza desde hace unos momentos.

Por un segundo, creo que se ha quedado dormido, ya que no responde de inmediato; sin embargo, al cabo de unos instantes más, lo escucho decir:

—Vamos a irnos de aquí tan pronto como todo termine —dice—. De ser posible, esa misma madrugada. —Hace una pequeña pausa, como si él mismo estuviese maquinando el plan en esos momentos—. Si no podemos salir juntos de aquí, me encargaré de que te saquen de este lugar. Ryan o Takeshi, o incluso, Lorraine nos ayudarán. —Otra pausa—. De ser el caso, nos veremos en el puerto a las cuatro de la mañana y esperaremos el primer Ferry para ir al continente. Una vez en tierra firme, transferiré todo el dinero que mi madre me dejó a una cuenta que haré a tu nombre e iremos al sur. Tan al sur como sea posible. ¿Te gusta México?

Sonrío como boba.

—No conozco México —replico—, pero he oído que Cancún es hermoso. Como Kodiak, pero... cálido. Soleado.

—Podemos ir a Cancún y, si nos gusta la vida ahí, asentarnos —dice y mi sonrisa se ensancha aún más—. O podemos, incluso, ir aún más al sur. ¿Has oído sobre Costa Rica?

Niego con la cabeza.

—Pero he oído sobre Punta Cana, en República Dominicana.

—Podemos ir a probar suerte por allá si así lo quieres. —Puedo escuchar la sonrisa en el tono de su voz—. Podemos ir a donde te plazca, Mads.

Suspiro.

—¿Vamos a cambiarnos el nombre o algo por el estilo? —No quiero sonar entusiasmada, pero lo hago—. No tengo nada en contra del nombre que me puso mi madre, pero no creo que sea prudente mantenerlo luego de huir como lo haremos.

Esta vez, Iskandar suelta una risita suave que me hincha el pecho con una sensación cálida y dulce.

—Supongo que será lo más prudente. Sí —dice, una vez superado el ataque de risa—. ¿En qué nombre estabas pensando?

—No lo sé. —Me encojo de hombros—. Algo exótico, quizás. Acorde al lugar al que vayamos.

—Si vamos a América Latina, ¿querrás un nombre en español, entonces?

Asiento.

—¿No sería lo más prudente? Para encajar.

Vuelve a reírse.

—Vas a llamarte María Fernanda o Sofía Guadalupe, siendo tan pelirroja como nativa irlandesa.

Alzo la cabeza solo para mirarle con los ojos entornados.

—¿Tratas de decirme algo, Iskandar Knight? Porque tú tampoco tienes pinta de ser un morenazo de fuego, si me lo preguntas.

—¿Qué te parece, mejor, si nos preocupamos por inventarnos una historia creíble? Algo que justifique tu pinta y la mía. —Se encoge de hombros—. Se me ocurre decir que somos dos chicos universitarios que se han tomado un año sabático para viajar por el mundo.

—Me gusta —musito, siendo presa del sueño que empieza a adueñarse de mis sentidos.

—Y a mí me gustas tú. —Lo escucho pronunciar y me acurruco aún más cerca.

Guardián ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora