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Borrachera de esperanzaPablo Bustamante
A las dos de la tarde subí la foto que Marizza me había pasado en mi cuenta de Instagram y esperé con el móvil en la mano a que Sol diera muestras de vida (y de interés), pero después de un buen rato consultando el móvil cada cinco minutos, me cansé.
—Eso no es amor —canturreó Pilar, que tenía el día libre y estaba terminando de preparar bolas de yuca, un plato típico de su tierra.
—Es parte del cortejo, mujer de poca fe —le respondí.
Ada gritó sentada en la hamaquita y me levanté a agarrarla en brazos. Su madre me lanzó una mirada de reproche porque decía que su hija no aprendería a manejar la frustración si la teníamos en brazos todo el día.
—Pli, estoy pensando que voy a esperar veinte años y me voy a casar con tu hija.
—Antes me abro las tripas.
Me eché a reír y fui hasta la pequeña cocina.
—Lo primero, me ofende ese asco que me tienes y, lo segundo, parece mentira. Quiero a Ada como si fuese mi sobrina.
—No te tengo asco. Es que... —Me miró y sonrió—. Eres de esos y no es lo que quiero para mi niña.
—¿Qué esos?
—Ay, Pablo, de los que sienten demasiado.
El teléfono empezó a sonar sobre la mesa de centro, un mensaje tras otro, y corrí hasta allí con Ada en los brazos. El movimiento hizo que ella se partiera de risa.
—¿Ves, Pili? ¡¡Que seguro que es ella!! Esto va genial. Ve comprándote una botella porque la seduzco y nos casamos.
Ada intentó alcanzar el teléfono cuando lo cogí, pero lo mantuve lejos de ella. Sonreí. Era Marizza:
Ví tu foto en Instagram y cuando leí el texto pensé: «Marizza, el alumno ha superado a la maestra». A tus pies. Ahora creerá que tenés una apasionada vida lejos de ella. Pero si hoy no escribe, no te preocupes. Hay personas que se cuecen a fuego lento.—¿Es ella?
—No. Es Marizza dándome ánimos.
—¿Y esa Marizza de dónde salió? Hablas mucho de ella.
—La conocí en el bar. —Le di un beso a Ada y la dejé otra vez en la hamaca—. Te caería bien. Es una chica superrara, pero no en mal sentido.
—Tus «es una chica superrara» me dan miedo.
—Qué va. —Intenté concentrarme para responderle a Marizza el mensaje.
—Pues sonríes mucho cuando habláis.
—Porque me parto con ella.
¿Qué voy a hacer sin ti cuando te vayas de viaje? Mi sensei. Y, sobre todo, ¿qué vas a hacer tú sin mis sabios consejos?—¿Por qué no la invitas a comer?
—¿Qué? —le pregunté, viendo que Margot ya estaba escribiendo.
—Digo que por qué no la invitas a comer. Hay comida de sobra.
—Hoy es muy precipitado.
—Mañana trabajo.
—¿En domingo?
—Me han cambiado el turno.
Dominique alternaba sus estudios de enfermería con un trabajo en una residencia de ancianos, donde ejercía de auxiliar.
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Un Plan Perfecto || {Pablizza} ©
Fiksi Penggemar¿Qué sucede cuando descubres que el final de tu cuento no es como soñabas? -Érase una vez una mujer que lo tenía todo y un chico que no tenía nada. -Érase una vez una historia de amor entre el éxito y la duda. -Érase una vez un cuento perfecto. Cont...