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El vértigo y el príncipe azulMarizza P. Spirito
Mía me alisó la falda plisada del vestido de tafetán azul marino de Dior y me dijo al oído que estaba guapísima, mientras me invitaba a seguir andando a buen ritmo hacia la entrada del hotel.
La terraza y el jardín del hotel Relais & Châteaux Orfila de Buenos Aires estaban hasta los topes de invitados vestidos casi de alta costura, cargando bolsos de marca y luciendo pendientes y collares carísimos. Todos se disponían a celebrar mi inminente matrimonio. Casi el ochenta por ciento de los invitados eran compromisos laborales y familiares. Conocer como conoces a esa amiga que te sujeta el pelo mientras potas después de darle bien a la sangría, no conocía más que a mis hermanas. Tenía amigas, claro que sí, pero jamás había tenido la sensación de ser Marizza con ellas. ¿A quién invitaban a sus fiestas y sus vacaciones en barco, a Marizza o a Mar? A pesar de estar loca de ganas de tener un grupo enorme de amigas con las que salir, divertirme y compartir confidencias..., nunca me sentí cómoda con las chicas con las que solía salir, reminiscencia de mis amistades de la universidad.
Al llegar, me recibió un aplauso bastante ñoño y un centenar de ojos me analizaron de arriba abajo. Iba preparada, pero, después de la tarde que me había dado mi madre, fue el broche de oro para lanzarme de lleno a la ansiedad.
Sonreí mientras aplacaba esa ya familiar sensación de ahogo, como si el aire llegase a mis pulmones a través de una membrana que solo dejaba pasar la mitad; lo mismo que sentía cada vez que tenía que participar en una reunión del Consejo o enfrentarme a las reuniones de «sociedad».
Ni siquiera me había recuperado aún de lo que había dado por culo mi madre en casa mientras me preparaba para el cóctel y ya tenía que fingir que estaba encantada de charlar con todos aquellos casi desconocidos.
Tiré de la muñeca de Luján y me incliné disimuladamente hacia ella.
—Busca a Filippo, por favor. ¿Y sabes quién es Cathy?
—Sí. —Asintió—. Menuda, media melena, ojos grandes así como de perrito abandonado.
—Exacto. Si la ves, avísame —le pedí.
—¿Invitaste a la secretaria? —me preguntó mi madre.
—Es mi asistente personal y sí, la invité.
—¿A santo de qué?
Puse los ojos en blanco y la animé a que fuese a por una copa. Mi madre se volvió para fulminarme con la mirada, como si quisiera mandarme por ondas mentales una amenaza sobre cómo podría arruinarme yo solita la vida si no dejaba de ser tan obstinada y hacer cosas normales, pero hice como que no la veía.
Mía sacó su móvil del bolsito y se puso a teclear mientras Lady Miau se alejaba, cogida del brazo de su flamante segundo esposo de la familia de los hongos.
—Nunca desconectas. ¿Qué tal las ventas? ¿Y el blog? —le pregunté.
—La web —puntualizó—. El blog es muy 2008.
—Perdóname la vida.
Mía diseñaba joyas. Estaba claro que ella no podía dedicarse a algo con menos glamour. Bueno, ahí he sido mala y envidiosa. La verdad es que tenía muchísimo talento y después de que mamá la obligase a estudiar Derecho, me alegraba mucho de que tuviera tanto éxito.
—La web va bien —me aclaró—. Deberías pasarte. Échale un vistazo a la nueva colección y te mando un mensajero con lo que te guste. Así te lo llevas a la luna de miel.
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Un Plan Perfecto || {Pablizza} ©
Fanfic¿Qué pasa cuando te das cuenta de que el final de tu cuento no es como lo soñabas? Esa sensación de decepción y desilusión que te invade cuando la realidad no coincide con tus expectativas. Érase una vez una mujer que lo tenía todo: la belleza, el é...