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Ojos tristesPablo Bustamante
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Siendo camarero aprendes mucho sobre psicología. Pero mucho mucho. Supongo que ese papel de confidentes que nos dan en las películas no es gratuito. Escuchamos muchas historias; más de las que nos gustaría, la verdad. En ocasiones no estás de humor para problemitas del primer mundo y, en otras, lo que no estás es preparado para el drama que arrastran algunas personas. Todos llevamos a hombros nuestras penas y no siempre son las que creemos que son.
Esa fue la sensación que me dio aquella chica. Estaba perdidísima hasta en su propio cuerpo, como un potrillo que aún no sabe mover las extremidades. Torpe. Asustada. Sola.
A juzgar por su manicura, el estado de su pelo y el lustre de su bolso y su ropa, esa chica no tenía los mismos problemas que yo: llegaba de sobra a fin de mes, tendría una casa bonita y un buen curro. Iba a la moda, discreta pero a la moda; su armario estaría lleno de prendas que lucir en ocasiones que yo ni siquiera podría imaginar. Sin embargo..., estaba sola. Sola, solísima. Sola como solo puede estar alguien que ni siquiera se tiene a sí mismo. Como yo. Ambos debimos de emitir algún tipo de señal hacia el sonar que hace que te sientas a gusto o incómodo junto a alguien a quien acabas de conocer.
El DJ siguió empalmando una canción del momento con otra y, aunque en todas predominaba el reguetón con su ritmo machacón, en mi cabeza sonaba «Sola con la luna», de Anni B Sweet. Idoia me dijo una vez que le gustaba y yo me aficioné a escucharla; una tarde, tumbados en su cama, desnudos, me pidió que cambiara de música.
—Estoy harta de esta letanía.
—Pensaba que te gustaba.
—Me gustaba.
Así era ella. Lo que hoy era lo mejor, mañana podría ser el foco de todas sus burlas. ¿Estaría siéndolo yo en aquel momento? Quizá estaba en la cama con otro chico, uno con un buen trabajo, coche, piso y planes de futuro, al que le estaba contando que su ex era un pobre diablo que ponía copas en una discoteca de mala muerte en Huertas.
Tomás y yo nos cambiamos el lado de la barra sobre las dos y media. Solíamos hacerlo para ver gente diferente y no estar atendiendo las mismas caras toda la noche. Así nos turnábamos también para reponer, ya que siempre se encargaba el que estuviera más cerca del almacén. Desde mi nuevo puesto de vigía y mientras servía dos Jägerbombs (esa mierda va a matar a alguien un día de estos), las vi. Las dos rubias bailaban con mayor o menor ritmo, visiblemente borrachas, mientras la chica de los ojos tristes se movía con discreción mirando a su alrededor, como si en realidad estuviera preocupada por si alguien consideraba que no estaba bailando de la forma correcta y pudiera multarla. Me recordó, en cierta forma, a mi manera de querer a Sol. Cobré, saqué el móvil de mi bolsillo y le eché un vistazo: sin notificaciones.
Me mordí el carrillo. Si quería recuperar a Sol tenía que hacer algo. Estaba visto que esperar a que se arrepintiera no surtía ningún efecto.
—¿Qué pasa? —me preguntó Tomás.
—Nada, ¿por?
—Pones cara rara.
—Nos faltan monedas de cincuenta céntimos y de euro.
—¿Me acerco a ver si las chicas tienen?
—Dale.
Por quitármelo de encima era capaz de decirle que no teníamos vasos. Quería a Tomás. Quiero a Tomás, pero a veces no entiende la forma en la que me enfrento al mundo. Nunca se me dieron bien las palabras, nunca supe expresar bien cómo me sentía o lo que deseaba; creo que en gran medida es porque ni siquiera yo lo tenía muy claro. Como cuando dejé la carrera en el último año y a mis padres solo les dije que «no era lo mío». Había mucho más detrás, como el pánico a convertirme en alguien engullido por la rutina y a no encontrar nunca trabajo de aquello para lo que me estaba preparando. Si un hijo me dijese eso, me partiría de risa en su cara, pero... bueno, en ocasiones la gente joven entiende mucho mejor lo que les rodea que los mayores y otras, sencillamente, creen que lo entienden. Yo me movía continuamente en el segundo grupo.
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Un Plan Perfecto || {Pablizza} ©
Fanfic¿Qué pasa cuando te das cuenta de que el final de tu cuento no es como lo soñabas? Esa sensación de decepción y desilusión que te invade cuando la realidad no coincide con tus expectativas. Érase una vez una mujer que lo tenía todo: la belleza, el é...