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Un plan perfectoMarizza P. Spirito
Si te digo que, en realidad, nada importante cambió entre nosotros después de tomar aquella decisión, seguramente no te lo creas. Pero fue así. Nada cambió. Seguimos siendo Pablo y Marizza y, durante buena parte de aquel día, solo fuimos el Pablo y la Marizza de siempre, lo que me hizo pensar que había habido algo desde el principio... algo tácito, íntimo, solo nuestro.
Nos hicimos fotos (y qué bonita esa en la que estamos tumbados, escondiendo mis pechos con su brazo, carcajeándonos en la arena rojiza), buceamos en busca de pececitos con sus gafas, por turnos. Vigilamos la puerta del baño mientras el otro hacía pis y nos comimos unos bocadillos, en los que igual metimos tzatziki, fiambre de pavo que papas fritas. No había normas a su lado. Cualquier imposición podía ser desafiada con un «¿por qué?». Si mi madre me hubiera visto ser tan feliz se hubiera muerto.
La habitación estaba congelada cuando entramos, quizá porque nos habían dejado un plato con fruta en la mesa del salón y no querrían que se pusiera fea.
—El gasto energético de este hotel roza lo irresponsable —musitó él—. Me voy a buscar a Greta Thunberg. —Se metió una uva en la boca y sonrió mientras masticaba—. Voy a darme una ducha.
—Yo también.
—¿Conmigo? —Arqueó las cejas.
—Pregúntamelo en unos días.
Me encaminé hacia mi cuarto de baño, pero Pablo corrió a atraparme entre sus brazos y me cogió en volandas.
—¡¡Para!! —grité divertida.
Pablo intentaba abrir la puerta que daba a la terraza conmigo a cuestas, trabajo harto difícil con lo que yo me movía, tratando de huir.
—Pablo, en serio, que tengo que ir al baño —me quejé.
—Cállate un rato.
Pataleé y, sin querer, le di al marco de la puerta, que se abrió de par en par. Pablo me agarró con fuerza y corrió hacia la piscina sin pensárselo dos veces: con la camiseta, las gafas de sol, las chanclas. Recuerdo la tela de mi vestido flotando a mi alrededor, rodeada de burbujas, y a Pablo delante de mí aguantando la respiración, con las gafas aún puestas. Recuerdo aquellos segundos bajo el agua con casi más nitidez que muchos de los momentos que en teoría deberían haber marcado mi vida. La luz rebotaba en el azul de las teselas que cubrían el fondo de la piscina y las manos de Pablo, en lugar de soltarme, me asieron más fuerte para emerger juntos, con las piernas entrelazadas y jadeantes. Aquellos cinco o seis segundos duraron horas. A veces, en el mismo instante en el que vives algo sabes que pasarás años deseando vivir perdida en ese recuerdo.
Y es una lástima que la vida no sea una película en la que podamos ir escogiendo la banda sonora que merecemos en cada momento, porque allí nos merecíamos escuchar una de esas canciones ñoñas y apoteósicas que nos hiciera comprender que uno ya es afortunado viviendo y sintiendo las cosas, aunque sea a destiempo y con alguien con quien no se deberían vivir. Uno no puede escoger guardar un poco de emoción para vivirla más tarde con quien todo parece apuntar que toca hacerlo.
Y allí, empapados, agarrados, sonrientes, felices..., no podía dejar de mirarlo y de preguntarme cómo era posible que convivieran en mí dos necesidades contrapuestas: volver a tener a Filippo cerca de mí y Pablo. Pablo en general.
—¿Qué? —preguntó.
—¿Qué canción escogerías para que sonara ahora?
—¿Te cubre el seguro médico necesidades psiquiátricas en el extranjero? —Sonrió.
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Un Plan Perfecto || {Pablizza} ©
Fanfiction¿Qué pasa cuando te das cuenta de que el final de tu cuento no es como lo soñabas? Esa sensación de decepción y desilusión que te invade cuando la realidad no coincide con tus expectativas. Érase una vez una mujer que lo tenía todo: la belleza, el é...