Capitulo 19

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(...)

El último día en el hospital parecia durar una eternidad, como nunca, no me habían puesto el medicamento que me provocaba sueño la noche anterior, por lo que me había despertado muy temprano hoy. Y este diminuto hecho provocaba que mi pesadilla se prolongara.

—Buenos días. — entró la mujer encargada de traer el desayuno.

—Buen día.— salude observando lo que había en el carrito.

Otra vez esa gelatina. Proteste para mis adentros mientras la mujer desplegaba la bandeja sobre la camilla y me servía el desabrido puré de papa con huevos hervidos, jugo de naranja sin sabor y la gelatina que ya estaba apunto de convertirse en líquido.

—¿Como está esa herida hoy?— preguntó sin interés, como por hacer conversación.

—El agujero en el abdomen,bien. — trate de ser graciosa.

Y es que es que en comparación a todo lo demás eso no me dolía tanto como no haberle visto la cara a Susana aún, no se había aparecido por el hospital aunque estuve una semana entera en cuidados intensivos, ni siquiera cuando vinieron los federales a tomar mi declaración y mucho menos lo hizo cuando vinieron a presentarme las nuevas niñeras que me había asignado el estado.

Y es que decía niñeras, por no decir guarda espaldas, escoltas y toda esa mierda dramática que jamás imaginé tener que ver en mi vida.

Y aunque hoy ya me iban a dar de alta, y eso de alguna forma conseguía reconfortarme, también me producía desasosiego.

Por un lado, me sentía como si estuvieran liberando de algún calabozo donde pase varios dias fastidiada, embobada con medicamentos que me impedían hasta coger una llamada en el móvil y a pesar de que logré librarla, me dolía el corazón.

—Espero se reponga pronto. — dijo después de recoger los platos vacíos de la cena  y se retiró con la lentitud con la que siempre andaba.

Deje escapar aire haciéndome consciente de mi.

Cada que estaba cuerda, como ahora, me invadía la punzada de la intranquilidad. Era mi cuerpo, y mi mente fusionándose para gritarme que algo no andaba bien.

Ese era el lado malo. Que ahora ya no habrían sedantes, ni medicamentos, ni podría evitar lo triste que se había vuelto la vida desde aquella noche.

Algo se me desgarraba en el pecho con la idea de que de alguna de manera, lo que había sucedido era irremediable, nunca podría volver atrás.

Todo está ligeramente en calma, como antes, pero a la vez, absurdamente diferente.

Tenía muchas preguntas, y pesadillas al respecto, supongo que inconscientemente mi cerebro buscaba una forma de sacar las heridas a flote.

Recuerdo que la primera de ellas Fue cuando volví del coma, aún conectada al respirador soñé que dividía mi corazón en dos, después de arrancármelo yo misma del pecho, lo partí en dos partes iguales y le entregué una a la figura distorsionada que tenía en la cabeza de Susana y otra a Marcus.

CORAZÓN EN EXTASISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora