CAPITULO 18

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CARTAGENA, COLOMBIA.
10 años antes.

SUSANA

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SUSANA

La brisa feroz de la bahía de Cartagena me mueve el lienzo que había ubicado a la orilla de la playa, el cielo, pasó de ser de azul muy claro a un revolton de tonos de grisáceos combinados con blanco que avisaban, que que se aproximaba una tormenta.  

La marea había subido y las personas que habían habitado la playa se disponían a recoger con rapidez las cosas con apenas el rocio cayendo, después de unos instantes observando la capacidad de la lluvia para deshabitar un sitio tan espectacular como la playa, tome mis cosas abultándolas entre mis brazos, con la esperanza de que no empezara a lloviznar con más fuerza.

El móvil me vibró en el bolsillo, no conteste, sabia quien era, y no le contestaba no por que ya no le quisiese, si no, porque necesitaba tomarme este espacio pensar en una respuesta para darle.

Yo lo amaba, había amado los primeros días juntos y amaba condenamente lo que habíamos construido, pero me rehusaba a dejar de ser yo.

Así empezaron nuestros problemas, nuestras ideas se chocaban al punto de frustrarnos, nos peleábamos y entonces decidí tomar un tiempo para mi.
Me retiré de las galerías, pospuse mis eventos y desactivé mis contactos para venir a este rincón de Colombia que siempre soñé con conocer, el único número que podía llamarme era el de Carls, las únicas con las que hablaba casi a diario eran mis hijas.

Todo mi mundo se había reducido a eso, a ellas en la lejanía, ellas en mi memoria, ellas lejos de mí por unos días.

Las que somos madres sabemos que estar lejos de nuestros hijos, nos provoca una angustia que tiene tanto filó, que podría perforarnos el pecho.

Aunque Carls, el las cuidaba, yo confiaba en eso y no veía la hora de reponerme, de organizar mis ideas para plantearle las cosas.

"Te amo" le quería decir. "Te amo y amo mi arte"

"Y si tú me amas, la amarás a ella como parte de mi, porque no existe Susana sin un lienzo, y sin pintar y el lienzo no existe sin Susana."

Deje escapar un leve suspiro y al instante un fuerte chaparrón cayó sobre mí obligándome a  correr hasta un sitio de comidas que estaba llegando a la esquina.

—¡Tenga más cuidado!. — escuche quejarse a un hombre de traje y corbata, era extranjero como yo, lo deduje por el idioma y porque no tenía para nada aspecto de latino.

—Disculpe. — le dije mientras me agachaba para recoger mis cosas, la pintura se me había arruinado y hice una mueca de decepción.

—Disculpe usted, que grosero fui.

Se agachó también, me ayudó a recoger el resto de pinceles que estaban regados por el suelo una vez terminamos se presentó como
Como Albert, Albert Smith yo también le di la mano,

CORAZÓN EN EXTASISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora