COSAS DE LOBATOS: COMO ESTROPEARLO Y LLORAR DESPUÉS

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El mundo entero se paralizó tras aquel primer puñetazo y corrió a cámara lenta mientras Floch tomaba impulso para pegarle un segundo a un Jean demasiado desconcertado como para reaccionar. Por suerte, yo estaba allí. Me tiré sobre Floch, le rodeé el cuello con un brazo e hice la suficiente fuerza como para desequilibrarle y llevármelo conmigo hacia un lado. No caímos sobre el suelo, sino sobre dos o tres humanos horrorizados que gimieron y gritaron de dolor debido al impacto. Segundos después, antes de que el lobato pudiera deshacerse de mí, los lobos ya estaban allí.

Tiraron de Floch y se lo llevaron entre dos, tan grandes y fuertes como el lobato, que no dejaba de removerse y gritar algo que nadie consiguió escuchar. Farlan, Porco y Reiner vinieron a ayudarnos a Jean y a mí, antes de que el Beta diera la orden al resto de ir en busca de los demás si estaban en los baños o el callejón, cerrar el local y marcharse. Yo pude levantarme por mí mismo sin problema alguno, pero Jean sangraba por la nariz y el labio y todavía parecía algo confuso y aturdido; así que necesitó un poco de ayuda para conseguir moverse hacia la salida de emergencia. En la calle al otro lado del callejón, ya nos estaba esperando Connie en su todoterreno.

—Lo llevamos al Refugio —le dijo a Farlan, que era uno de los que sostenían a Jean en pie.

—Llama a Nifa —ordenó el Beta antes de girar hacia un lado y dirigirse a su propio Toyota Land Cruiser negro—. Levi, ¿tú estás bien? —me preguntó.

—Sí.

—¿Puedes llevar el coche de Jean al Refugio? No quiero que la policía lo encuentre aquí.

Me limité a asentir y meter la mano en el pantalón de Jean, ignorando la humedad viscosa que había allí después de cuatro horas de salidas intermitentes a los baños, para sacar las llaves y separarme del grupo en dirección a la calle lateral donde el lobo solía aparcar. Una vez dentro, me saqué un cigarro y me lo puse en los labios antes de bajar la ventanilla. Sabía que lo realmente jodido de aquella noche solo acababa de comenzar.

No creo que haga falta que explique lo increíblemente malo que es pegar a otro lobo sin motivo alguno, todavía más si ese Macho es de rango superior y, aún peor, si es delante de humanos o personas ajenas a la Manada. Floch había perdido el juicio por completo, había dejado a todos en evidencia en mitad del Club y las consecuencias de eso no se hicieron esperar. En el Refugio había un silencio sepulcral, la calle estaba vacía y en la puerta del edificio de oficinas solo había un lobo fumando con la mirada perdida en el suelo mientras se rascaba una ceja. Me acerqué a él a prisa, dando largos pasos bajo la lluvia para entregarle las llaves del todoterreno.

—¿Cómo está Jean? —le pregunté.

Connie aceptó las llaves y las metió en el bolsillo de su cazadora antes de responder:

—Bien, solo ha sido un puñetazo fuerte. Fue más la sorpresa que otra cosa.

—¿Floch?

—Con el Alfa —sentenció con un tono mucho más duro y seco.

Asentí y me alejé en dirección a la puerta para entrar en el edificio. Se oyeron voces a lo lejos, pero las ignoré y giré en dirección a conserjería. Quizá no fuera el mejor sitio al que ir en aquel momento, pero no había otro lugar en el que esperar a Eren ya que, el Refugio, seguía vetado para mí. Dejé la cazadora mojada en el respaldo del sillón y me tumbé, cruzando los tobillos sobre la mesa y sacando el móvil para jugar a algo. Se siguieron oyendo golpes y gritos hasta que todo terminó con un fuerte portazo y unos pasos rápidos que resonaron por todo el pasillo. Cinco minutos después, Farlan apareció por delante de las ventanillas, entró en conserjería y se fue en busca de una cerveza antes de sentarse y resoplar.

Humano - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora