Erwin se levantó de un salto, haciendo que su sillón de jefazo retrocediera, golpeando el armario blanco a sus espaldas. El Alfa rodeó el escritorio y quiso irse corriendo, pero le detuve agarrándole del brazo.
-Cálmate, Erwin -le dije con tono serio. No me había movido de mi silla, así que el lobo me clavó su mirada de ojos azules desde su enorme altura de dos metros.
-Suéltame... -ordenó, conteniendo su ira para no apartarme de un manotazo-. Mary está allí abajo...
-Lo sé -asentí-, pero esto es una trampa. Nos están provocando para poder jodernos, Erwin. Tienes que calmarte y aguantar. No permitas que los Machos se revelen, y mucho menos los Lobatos, o la policía tendrá la excusa perfecta para llevarlos a todos presos y mantenerlos en la sala de interrogatorio días enteros.
Mis palabras fueron adentrándose lentamente en esa densa neblina de rabia ciega que era ahora la mente del Alfa, llegando poco a poco hasta aquel pequeño lugar donde todavía había un lobo racional que solo pensaba en lo mejor para los suyos.
-Quizá hayan descubierto lo territoriales que son y hayan venido aquí solo para revolver sus cosas y hacerlos enfadar. Tienes que impedir que los Machos hagan alguna estupidez cuando entren en sus habitaciones. Sé que es duro, pero cuando no encuentren nada, se irán, y ya no podrán volver...
El Alfa respiraba con fuerza, hinchando su ya abultado pecho y poniendo a prueba la resistencia de los botones de su camisa. Lo que yo le estaba pidiendo era algo impensable para un lobo, dejar que entraran en su territorio personal y lo revolvieran a placer... los Machos se iban a poner como putas fieras; ambos lo sabíamos. La voluntad de Erwin como Alfa quizá no fuera suficiente para calmarlos y, si flaqueaba, la policía habría ganado y tomaría medidas severas para controlarlos y someterlos. Podría ser una guerra. Una que no nos podíamos permitir en aquel momento de debilidad.
Erwin cogió una buena bocanada de aire y alzó la cabeza, mirando hacia la puerta. Tiró de su brazo para deshacerse de mi mano y se fue dando largos pasos. Yo me quedé allí sentado mientras me masajeaba los ojos entre el dedo índice y pulgar, chasqueé la lengua y me saqué un cigarro antes de salir por la puerta abierta del despacho. No podía ir afuera y dejar que me vieran allí con la Manada, ya que a mí ya me tenían fichado, así que solo pude dirigirme a una de las oficinas que daban a la calle y quedarme mirando desde la cristalera. Fumé otra calada y negué con la cabeza. Aquello iba a salir mal, terriblemente mal...
En la carretera había cinco coches de policía con las luces puestas y tres furgones de los equipos especiales antidisturbios, no tenían armas letales, pero sí granadas lacrimógenas, cascos y porras que no dudarían usar contra todo aquel que se pusiera en su camino: Machos, Lobatos e incluso puede que compañeros. Las fuerzas policiales estaban a un par de pasos de la entrada del Refugio, creando una barrera protectora con el detective Freudenberg al frente. Él no llevaba casco, solo un chaleco antibalas por debajo de su cazadora de cuero y la arma reglamentaria atada al cinto. Miraba un poco a todas partes mientras esperaba. Era inteligente, sabía que los demás ya habrían alertado al «jefe», y cuando fuera hablar con él, descubriría quién era el Alfa de la Manada. Si fuera algo que ya supiera, hubiera empezado con la redada mucho antes.
El móvil me empezó a vibrar en el bolsillo y lo busqué sin apartar la mirada de la ventana.
-¿Sí? -pregunté, porque no me había molestado ni en mirar el número.
-Levi, la policía está aquí. ¿Puedes venir a ayudarnos? -respondió Farlan con una voz acelerada muy poco típica de él. Jadeaba un poco y parecía ir corriendo de un lado a otro mientras hablaba y daba pequeñas órdenes por en medio-. Creo que nos van a hacer una redada, estamos escondiendo algunas cosas y poniendo a las crías y los Lobatos a salvo. ¿Te importaría llevarte a unos cuantos discretamente? Les sacaremos por la puerta trasera, pero no sé cuánto tiempo nos queda antes de que entren.
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Humano - Ereri
FanficSé que todos conocen a los Lobos, esos hombres peligrosos, fuera de la ley, grandes, musculados, apestosos, atractivos y con la polla enorme. Sé que les habrán contado lo increíble que es pasar El Celo con ellos y que los follen como nunca en sus vi...