LA MANADA: TIENE ALGUNOS LÍMITES

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Bailar con Eren era una de las cosas que más me gustaban en la vida. El lobo se movía con una magia que me volvía loco; se pegaba y nos rozábamos, pero no intentaba rodearte con los brazos y agarrarte, no era invasivo y molesto, no trataba de acelerar los cosas, solo se pegaba y dejaba que tu propio movimiento y el suyo se mezclaran con la música. Frente contra frente, muy cerca, un roce de cadera, una simple mano en el costado, un beso húmedo en los labios, notar su cuerpo grande y musculoso, su entrepierna dura siguiendo el ritmo, el sudor deslizándose por su cuello y sus brazos, su mirada fija e intensa, su jadeo lento y pesado, su olor tan intenso y cálido... Joder, me excitaba tanto que dolía. Cuando nos dirigimos al coche yo ya estaba flotando en una nube de excitación y con demasiadas ganas de arrancarle la ropa a mordiscos y montarlo hasta el amanecer. Apenas tuve paciencia para alcanzar el exterior y ya le estaba metiendo mano debajo del pantalón, hundiendo mi mano en su pelo castaño, devorando sus labios y gruñendo con necesidad. Eren no estaba mucho mejor que yo, totalmente enloquecido y tan empapado que se había manchado por completo la entrepierna. Me metió en el Jeep con un rugido grave y cierta violencia, mostrándome los dientes antes de abalanzarse sobre mí y demostrar su superioridad y todas esas idioteces que lo convertían en un lobo tan divertido. Me hubiera gustado habérsela chupado un poco antes, pero Eren fue directo a clavármela hasta el fondo, morderme con fuerza el hombro y usar todo su cuerpo y sus brazos para someterme por completo bajo su peso.

Cuando volvimos media hora después al interior del Luna Nueva, yo estaba todavía un poco adormilado, con el culo empapado después de unas buenas cinco corridas de lobo. Me fumaba un cigarro de camino a la Manada y nada me podía importar menos que sus miradas esquivas y sus expresiones serias. Farlan estaba ahora allí, junto con Reiner, Thomas y Floch el lobato; que, al parecer, se creía demasiado bueno ya para participar en las fiestas del Luna Nueva con el resto de adolescentes. Una vez más, la Manada me ignoró y solo saludó y miró a Eren, a excepción de Floch, a quien no se le ocurrió otra cosa que hacer un comentario sobre el hecho de que acabábamos de follar. Entonces se creó un momento muy tenso en el que Farlan y Reiner miraron a Floch con sorpresa mientras el resto de la Manada agachaba la cabeza y se quedaba en silencio. Los Machos no participaron en aquello, pero tampoco impidieron a Floch proseguir, lo que provocó que Eren se abalanzara contra él para pegarle un puñetazo que casi le deja tonto. Necesitó que Farlan y Reiner le detuvieran para no acabar mandando a Floch directo al hospital.

Esto quizá necesite una explicación más profunda, ya que forma parte de las costumbres y normas de la Manada: La razón por la que Eren se puso tan furioso con el lobato, fue porque Floch me estaba considerando un mero lobero chupapollas con el que Eren se había quitado el calentón. Los lobos pueden oler el sexo, incluso en aquel ambiente cargado, ellos siempre saben cuando otro Macho acaba de follar y al humano que se ha follado solo por cómo huelen; y para la Manada, siendo una raza tan sexual, esto es totalmente normal. Todavía más si ese Macho tiene un omega con el que poder follar cuanto y donde quisiera sin dar explicaciones a nadie. No es algo vergonzoso para ellos, simplemente lo ignoran educadamente, a no ser que el lobo en cuestión quisiera hacer referencia a ello. El problema es que este, llamémoslo «respeto y privacidad», solo se cumple cuando el lobo tiene una pareja, un compañero; en cualquier otro caso es normal que los Machos solteros bromeen entre ellos sobre los humanos que se follan, compartiendo experiencias de lo que les hacen, dónde se lo hacen y si el humano lo había hecho mejor o peor que otros. Así que cuando Floch había hecho aquel comentario sobre si Eren y yo acabábamos de follar, había sido muy grosero e insultante conmigo, dando a entender que yo no era el compañero de Eren ni parte de la Manada, sino un humano cualquiera que se hubiera follado aquella noche. Y, aunque yo fuera considerado insignificante y la Manada me odiara, seguía siendo el hombre que compartía Guarida con Eren y que le mantenía bien alimentado y cuidado; así que al menos me merecía un pequeño respeto en ese sentido y había un límite que no se podía cruzar a la hora de insultarme.

Humano - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora