EL DOCTOR LOBO: ES TAMBIÉN UN MARGINADO

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Cuando llegaron los pedidos, los dos repartidores apartaron el rostro con una profunda expresión de asco debido a la peste de la casa; pero eso solo me hizo sonreír de forma malvada. Les di el dinero y cogí mi comida a cambio, cerrándoles la puerta en la cara. Eren empezó a comer como un demente, sentado en el borde del sofá, metiéndose las seis hamburguesas sin apenas respirar, una tras otra. Después atacó los Nuggets y las alitas de pollo, terminando con tres de las seis pizzas familiares hasta que, literalmente, no le cupo nada más en su estómago muy abultado y duro. Entonces se desplomó y gimoteó un poco por la incomodidad. Tuve que acariciarle la barriga hasta que se le bajó un poco y consiguió dormirse. Yo también había comido bastante y no tardé en quedarme tan dormido como él. Nos despertamos la tarde del jueves, recuperados y preparados para volver a la normalidad tras una buena ducha. Salimos a desayunar y dejé los ventanales abiertos para airear un poco la casa mientras tanto, disfrutando de un paseo por la calle soleada y más templada de octubre. En la tienda de comida nos recibieron con una sonrisa y a la estúpida de la chica nueva que habían contratado se le ocurrió decirnos: «espero que El Celo haya ido bien». Me quedé mirándola con cara seria y me limité a coger mis bolsas de comida.

Mientras Eren devoraba su bol de arroz con pollo y verduras, yo me hice un café y fui a fumar a la ventana, apoyando el vaso en la mesilla de madera de pino que Eren me había hecho. Allí también había colocado su nueva planta de yucca, que era como una pequeña palmera de tronco grueso y alargado. A mí me pareció buena idea dejar el cargador del móvil allí, ya que quedaba cerca de un enchufe que nunca había usado pero que, para mi sorpresa, funcionaba. En aquel momento de tranquilidad y silencio, fue cuando el móvil empezó a vibrar. Retrocedí de la puerta de emergencia y me incliné un poco para mirar el número.

—Erwin —le dije al lobo, quitando el cable de alimentación y alargando la mano hacia él para entregarle el smartphone.

Eren se apresuró a tragar todo lo que tenía en la boca y se limpió las manos en un trapo antes de responder:

—Aquí Eren. Sí, Levi y Eren ya terminaron El Celo. Sí. Bien. Eren se encarga. —Un breve silencio mientras oía hablar al Alfa. El lobo me miró y asintió—. Levi... —negué con la cabeza—. Levi no puede hablar. Sí, Eren se lo dirá. Adiós. —Me entregó el móvil y volvió a mirarme mientras se metía otra cucharada en la boca y masticaba ruidosamente—. Erwin quiere hablar con Levi —me explicó.

—Erwin y yo ya hemos hablado todo lo que teníamos que hablar —le aseguré, volviéndome hacia la puerta de emergencias abierta.

Estaba seguro de que aquello no terminaría allí porque conocía al Alfa, así que no me sorprendió cuando al atardecer el móvil volvió a vibrar sobre la mesilla. Aparté suavemente la cabeza de Eren sobre mi pierna y me levanté del sofá, miré el número desconocido y arqueé una ceja. Lo de llamar desde otro móvil no era algo que le hubiera funcionado antes, pero de todas formas respondí:

—¿Sí?

—Levi —me dijo una voz, pero una que no me esperaba.

—Jean —dije con un tono un poco sorprendido—. ¿Al fin te has acordado de mí?, creí que no volvería a verte hasta que repartiera comida de nuevo.

Oí su risa a través del auricular, pero era lejana y un poco entrecortada. Quizá fuera conduciendo mientras me llamaba.

—No, solo he estado ocupado, Levi —me aseguró—. Ya sabes a todos los humanos que tengo que atender —soltó una risa mezclada con un gruñido grave y de pronto, añadió—: Por cierto, ¿ya has encontrado trabajo?

—No —me saqué un cigarrillo de la cajetilla y me lo puse en los labios antes de encenderlo y soltar la primera bocanada hacia la abertura de la puerta de emergencias—. Hoy es el primer día que estoy fuera de la cama y no tengo a Eren encima gruñendo como un orangután, Jean. Dame un poco de tiempo.

Humano - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora