EL CLUB DELA LUNA LLENA: OTRA VEZ

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-No me puedo creer que siempre me convenzas para hacer esto -me quejé con tono serio antes de subir al coche-. Más vale que pagues las putas copas esta vez. He tenido una semana de mierda en la tienda.

-Te prometo que las pagaré -respondió Hani antes de abrirse la cazadora y enseñarme un top blanco sin sujetador y una falda de tuvo negra hasta el ombligo-. ¿Qué te parece?

-Me parece que la semana que viene irás desnuda directamente.

-Lo haré si es necesario -me aseguró antes de ponerse el cigarrillo en los labios pintados de rojo y arrancar el coche-. Sigo como una perra. Yo sí he entrado en celo...

Solté un murmullo afirmativo y miré al frente. A mí también me había dejado un poco tocado aquel encuentro con el lobo. Me había pasado la semana masturbándome un mínimo de tres o cuatro veces al día y yo no me tocaba tanto desde que era un adolescente en plena pubertad.

-¿Crees que el contacto con los lobos puede crear adicción? -le pregunté muy en serio.

-Espero que no, porque con nuestro historial estamos jodidos, Levi -respondió ella, lo mismo que yo había pensado.

-¿Tu amiga del trabajo sigue viéndose con lobos?

-No, dice que un Celo fue suficiente para toda su vida. Le he estado preguntando mucho últimamente sobre el tema -me decía mientras conducía a toda velocidad por una carretera poco iluminada, fumaba y me miraba de vez en cuando por el borde de los ojos-. Ella fue al Club Media Noche, en el centro, así que es una manada diferente a la nuestra. Se cree mucho ya que ella pagaba doscientos dólares la entrada, como si eso hiciera que las mamadas que les hacía en los baños fuera algo elegante.

Sonreí un poco y asentí con la cabeza.

-¿Cuánto pagas tú por las entradas? -pregunté.

-Las entradas del Luna Llena valen solo cien.

Giré el rostro y la miré.

-¿Y tú lo pagas?

Hani tomó una última calada y tiró el cigarrillo sin apagar por la ventanilla.

-Con estas tetas no necesito pagar nada, Levi -respondió-. Si nos paran en la entrada, déjamelo a mí.

Miré de nuevo al frente y apreté un poco los dedos alrededor del asiento al tomar una curva demasiado rápido. Hani y yo nos conocíamos desde hacía mucho, podría decirse que éramos buenos amigos, aunque no sabía decir muy bien el por qué. Colarnos en fiestas era algo que hacíamos a menudo, más en el pasado, cuando nos aprovechábamos de borrachos para robarles dinero y después ir a comer algo caliente al primer local que estuviera abierto.

-Creo que en este club la gente se va al callejón a follar -le sugerí-. Les oía la semana pasada mientras fumaba. Será como volver a tener dieciséis para ti.

-¿Dieciséis? A los veintiuno seguía follando en los callejones. ¿No te acuerdas del Merly's?

-Es verdad -afirmé-. Escribieron tu número en la pared -y sonreí al recordar aquello.

-Me siguen llamando de vez en cuando.

-Y dicen que el romanticismo ha muerto...

Llegamos a la calle del Club de la Luna Llena diría que casi por milagro, aunque eso era lo que solía pasar cuando Hani se ponía al volante de un automóvil. Ella se quitó la cazadora, repasó su imagen en el retrovisor, sacó un pintalabios de la guantera, apartando mis piernas casi de un manotazo para que le hiciera sitio, y se los pintó. Salí del coche para dejarla tranquila y busqué mi cajetilla de tabaco para coger un cigarrillo. Apoyé la cadera sobre la puerta y miré la entrada del local en la distancia. Había casi la misma cantidad de gente en el exterior que la semana pasada, aunque aquella noche lloviera ligeramente y la calle secundaria pareciera incluso más tenebrosa y peligrosa.

Humano - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora