EL VÍNCULO: MI LOBO

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Eren condujo hasta una parte en las afueras de la ciudad, pero al otro lado del río. Allí había una zona industrial bastante vieja con varios almacenes abandonados. En uno de ellos fue donde nos detuvimos. El lobo apagó el coche y se inclinó para rodearme y gruñir mientras me mordisqueaba un poco la mejilla y la mandíbula. Fruncí el ceño, pero no le detuve hasta que después empezó a meter las manos por debajo de mi sudadera y a morderme más fuerte en dirección a mi cuello.

-¿No se supone que has venido aquí a trabajar? -le pregunté, porque Eren parecía haberse excitado después de aquel viaje, cuando hacía apenas una hora que se había corrido cuatro veces.

Gruñó con enfado, pero se apartó y puso una expresión muy seria antes de salir del coche hacia la lluvia. Ya de pie, se recolocó la polla dura bajo el vaquero y volvió a gruñir con enfado. Me puse la capucha sobre la gorra de béisbol y le acompañé hacia aquella nave que parecía abandonada; pero frente a la que había aparcada un par de buenos todoterrenos y coches grandes. ¿Qué les pasaba a los lobos con los putos todoterrenos? Eren abrió una puerta metálica y oxidada y me hizo una señal con la cabeza para que me adentrara primero en la oscuridad. Metí las manos en los bolsillos de la cazadora y crucé al interior. La peste que había allí era difícil de describir con palabras. Era... densa, sin duda. Muy fuerte y entre salada y agria. Perdí la respiración a la primera bocanada y me detuve para cerrar los ojos. También había como una vibración, un jaleo de fondo junto con un ritmo, pero eso era menos sorprendente que lo primero.

-¿A qué rayos huele aquí? -le pregunté al lobo tras de mí mientras cerraba la puerta, hundiéndonos en la oscuridad.

-Lobatos -respondió él, acercándose para guiarme con una mano alrededor de mi nuca.

Eso no me gustó, pero no se veía gran cosa, así que tenía que fiarme de que el lobo no me estuviera llevando a una trampa y la Manada me estuviera esperando para... comerme vivo o algo así. De todas formas, tenía mi navaja en el bolsillo y estaba preparado para apuñalar a un par de ellos antes de que me hicieran daño; le había dicho a Eren que no la utilizaría, pero había mentido. En un punto nos detuvimos, el lobo se movió a mi espalda y desbloqueó otra puerta, arrastrándola con un chirrido metálico hacia un lado. La luz, la música, el denso calor, los gritos y todavía más de aquella increíble peste, todo llegó de pronto a mí; dejándome ciego, sordo y sin respiración. Tosí y me llevé una mano a los ojos para tratar de bloquear parte de aquellas luces parpadeantes, láseres, focos... un poco de todo. Eren me animó a entrar con un leve apretón y tuve que sumergirme en aquel nuevo mundo que aturdía los sentidos. Lo primero que se me ocurrió fue llevarme la mano al bolsillo interior y sacarme un cigarrillo. Probablemente el humo del tabaco fuera más puro y menos nocivo que el aire que respiraba allí. Entre todo ese espectáculo, había personas, lobos; pero no como los que conocía y había visto; sino lobos jóvenes. Lo que llamaban «lobatos».

Bien, llegado este punto aclararé lo que es un lobato, cosa que descubrí con una mezcla de horror y sorpresa esa noche: un lobato es un adolescente Hombre Lobo. En la Manada, consideraban que dejabas de ser un cachorro cuando llegabas a la pubertad, te salía pelo en los cojones y el cuerpo empezaba sus cambios hacia la edad adulta. Hay una fiesta especial y todo, como una especie de bar lobuno donde la Manada te aceptaba como parte de la comunidad; pero esa es otra historia. El tiempo que pasabas desde ese momento hasta alcanzar la mayoría de edad y convertirte en un «lobo con control», eras considerado un lobato. Pues bueno, solo había que imaginarse como las hormonas afectaban a una puta raza que ya tenía una libido por las nubes, era violenta y con tendencia a la sobrexcitación. Esos lobatos vivían en un constante estado de Celo. Así que eran jodidos niñatos apestosos y hormonales con muy mal genio y muy peligrosos. Su instinto de grupo les hacía unirse entre ellos en un sistema de rangos, como si se hubiera inventado su propia micro-Manada dentro de la Manada con su propio Alfa. No respetaban la autoridad de ningún Macho adulto que no fuera el Alfa y el SubAlfa, lo que los convertía en algo difícil de controlar. Y, por supuesto, se iban a comer vivo a un simple humano como yo... o eso creyeron al conocerme; pero yo era El Humano, y pronto descubrirían que mi paciencia era muy limitada y que no debían de joderme. Eren siempre decía: «Levi enfadado. Mal. Levi furioso. Muy, muy mal...».

Humano - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora