Como Eren había dicho, aquella noche llegó muy tarde a casa, casi a punto de amanecer. Yo ya estaba en la cama y me desvelé lo suficiente para oír sus pesados pasos, su gruñido de queja por tener que detenerse a quitarse la ropa, y el fuerte tambaleo que produjo en la cama al echarse sobre ella. Murmuré una queja incomprensible y fruncí el ceño sin si quiera abrir los ojos. Eren volvió a gruñir y se acercó todo lo que pudo a mí para rodearme con los brazos y quedarse dormido. Cuando me desperté por la tarde noté un fuerte Olor a Macho, mucho más intenso de lo normal, así que fui en busca de su cuerpo y froté el rostro contra su pecho mientras gemía de puro placer. Eren me recibió con un gruñido de excitación, pero no tan claro y contundente como solía ser. Se corrió tres veces y se quedó jadeando y sudando sobre mí durante toda la inflamación, como si le hubiera costado más de lo normal. Lo asocié al calor y no le di importancia, al menos, la primera vez; pero aquello fue algo que se prolongó durante todo el día. Un Eren especialmente cansado y adormilado que solo sabía comer y quedarse tumbado viendo la tele. Nada fuera de lo normal, dicho así, porque era lo que el puto cerdo de mi lobo hacía siempre, pero en esta ocasión era distinto y empecé a sospechar que algo no iba bien. Sin embargo, no fue hasta el tercer día de la semana; cuando le desperté a media tarde y me folló resoplando, gruñendo y apenas sin fuerzas, llegando a correrse solo dos tristes veces antes de caer rendido sobre mí; que le pregunté:
—¿Qué mierda te pasa? ¿Estás enfermo o algo?
Eren levantó su mirada de ojos apagados y leves ojeras, negó con la cabeza e hizo que la gota de sudor que le colgaba de la nariz se precipitara hacia mi rostro.
—Eren muy cansado... —murmuró en voz baja, antes de inflar el pecho de forma orgullosa y añadir—: pero puede seguir follando.
—No... no hace falta —respondí, apartándole de mí tras la inflamación.
Le puse una mano en la frente sudada y en las mejillas. Estaba ardiendo, pero es que hacía un calor horrible y acabábamos de follar, así que no era un gran indicativo.
—¿Estás haciendo mucho esfuerzo estas noches? —pregunté.
El lobo asintió con la cabeza y yo apreté las comisuras de los labios.
—¿Todos están cansados o solo tú?
—Todos. Manada está mudándose de un almacén a otro y hay que mover muchas cajas y cosas pesadas.
Solté un murmullo de comprensión y asentí. Confiaba en que fuera eso y no que se hubiera puesto enfermo de pronto. Le dejé descansar en la cama y me di una ducha fresca antes de llevarle su vaso de leche y el móvil. Eren ya se había dormido de nuevo y no quise despertarle, así que lo dejé todo en la mesilla y me fui sin hacer ruido. Mientras desayunaba todavía le estaba dando vueltas al tema. Estaban siendo noches muy calurosas y si se habían puesto a mover un puto almacén entero, debían estar sudando a chorros, lo que explicaría el fuerte Olor a Macho con el que volvía Eren cada día. Al parecer, al genio de Erwin se le había ocurrido hacer aquello en pleno agosto, en mitad de una jodida ola de calor... Negué con la cabeza y me terminé mi café con hielo de un par de tragos antes de levantarme de la cafetería. No podía hacer nada por evitar aquello, pero quizá pudiera ayudar un poco a Eren si incluía un par de botellas de agua fría junto al tupper de comida. Cosa que hice.
—Tienes que beber mucho, ¿me has oído? —le dije tras llegar a casa cargado con las bolsas. Las dejé a un lado sobre la barra de bar y me saqué un cigarrillo de la cajetilla.
Eren se desveló y soltó un gruñido. En algún momento se había conseguido mover hasta el salón para volver a quedarse dormido en el sofá. Me acerqué para acariciarle el rostro y comprobar si seguía caliente. El sudor se había enfriado gracias a los ventiladores y ahora estaba un poco más fresco, pero eso no me tranquilizó demasiado.
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Humano - Ereri
FanficSé que todos conocen a los Lobos, esos hombres peligrosos, fuera de la ley, grandes, musculados, apestosos, atractivos y con la polla enorme. Sé que les habrán contado lo increíble que es pasar El Celo con ellos y que los follen como nunca en sus vi...