LOS LOBATOS: ENFADADOS

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Tras aquel encuentro en el Luna Nueva, Eren empezó a tener nuevas esperanzas en que el Alfa me hubiera perdonado y me permitiera asistir junto a él a la siguiente celebración de la Manada. Sin embargo, a mí me quedó bastante claro que eso no iba a pasar jamás. Aquella misma noche me quedé dormido entre los brazos del lobo, pensando en lo frustrado y estúpido que me sentía, pero al despertarme, después de follar y darme una buena ducha, salí a la calle con la mente más despejada y un poco de ropa para llevar a la lavandería. Durante el desayuno y en el tiempo que esperé en la lavandería, me dio tiempo a reflexionar en silencio. Al volver a casa y comer junto a Eren, ya había aceptado lo inevitable: yo sería siempre un intruso.

Cuando lo asimilé, la frustración desapareció por completo, dejando una extraña calma interior dentro de mí. Porque, si lo pensabas bien, era liberador no tener que preocuparme más de tratar de ser bueno con los demás lobos, ni de lo que estos pudieran pensar de mí, ni analizar pequeños detalles con la esperanza de conseguir resultados con todo lo que hacía por ellos. Simplemente sería yo, Levi, haciendo lo que quería por quien quería; como había hecho siempre. Lo único que me preocupaba ya era lo mal que podría llevarlo Eren y lo mucho que le costaría aceptar que su compañero no iba a estar nunca a su lado en las mierdas de barbacoas y picnics que organizaban.

—Hola, tengo una entrega para: «Soy un lobo idiota y tengo la polla pequeña» —dije bien alto cuando entré aquel sábado noche en uno de los casinos ilegales de la Manada. La gente que había por allí me miró con sorpresa y se quedó en silencio, pero me dio igual. Giré el rostro cuando oí unos pesados pasos sobre la moqueta roja y vi a Reiner, el rubiazo—. ¿Eres tú el lobo idiota que tiene la polla pequeña? —le pregunté, mostrándole las dos cajas de pizza familiar apiladas en mi mano.

Reiner gruñó un poco por lo bajo, algo grave similar al sonido que hacían cuando se enfadaban, pero más corto y sin demasiada importancia.

—Vete a la mierda, Levi —me saludó con una breve mirada a los ojos.

Como estaba en el casino, se había abotonado al menos la mitad de su camisa negra, dejando parte de su pecho abultado y grande al aire para mostrar la cadena plateada que le rodeaba el cuello. Se acercó para coger las cajas de mi mano y se giró hacia el público para hacerles una señal de que siguieran jugando y dejaran de mirarnos, después abrió la caja de encima y miró la pizza.

—¿Es una de carne y la otra barbacoa? —me preguntó sin mirarme—. Cuando llamé, el tipo no paraba de tartamudear y no supo explicarme las clases de pizza que tenían.

Metí la mano en el grueso impermeable rojo con líneas reflectantes y el logo de la pizzería, sacando uno de los folletos que siempre había allí para que, en teoría, se los dejara a todos los clientes que visitaba.

—Siempre está colocado, así que es mejor que hables lento y le digas exactamente lo que quieres —le aconsejé.

Reiner soltó un murmullo de entendimiento y cogió el folleto de mi mano para ponerlo sobre la caja caliente. Se despidió con un «nos vemos, Levi», y se dio la vuelta sin si quiera llegar a enseñarme dinero alguno. No le di importancia, después de todo, ya no tenía sentido dársela.

—Hola, tengo una entrega para: «Soy un lobo retrasado y no se me pone dura» —dije en mi siguiente entrega, nada más cruzar la puerta de la misma tienda de caramelos nocturna en la que yo había trabajado—. ¿Eres tú el lobo retrasado a la que no se le pone dura? —le pregunté a un Macho de la Manada que no conocía.

Él me miró desde el escritorio en la esquina, rodeado de expositores y cubos con caramelos que habían caducado hacía años. Era atractivo, musculoso y alto, pero nada fuera de lo normal para un lobo. Tenía el pelo negro y los ojos ligeramente verdes. La tienda apestaba a su Olor a Macho, pero no era muy fuerte ni muy intenso, simplemente se había acumulado después de pasar allí sentado varias horas; lo que quería decir que no debía tener un rango muy alto en la Manada.

Humano - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora