Floch no regresó al almacén en toda la semana y solo volví a verlo el jueves por la noche, cuando, por sorpresa, apareció él en vez de Mary para entregarme las llaves del garaje.
—Dile a Erwin que mañana iré al Luna Llena y que más vale que haya un sofá bien grande para mí solo —fue lo único que dijo antes de tirarme las llaves al pecho y darse la vuelta.
—Las cosas no funcionan así, Floch —respondí a su espalda ancha y fuerte que se alejaba ya en dirección a las escaleras.
El lobato se detuvo en seco y se giró lentamente para dedicarme una mirada asesina por el borde de los ojos.
—Soy un Macho y quiero mi puto sofá —gruñó con los dientes apretados.
Me limité a encogerme de hombros desde mi posición en la calle, a un paso del umbral de la puerta.
—No has ido al trabajo y no habrá sofá para ti, ya te lo he dicho.
—Como no haya sofá, sí que me voy a enfadar... —me aseguró, yéndose por donde había venido.
Miré cómo subía las escaleras a grandes pasos, haciéndolas retumbar bajo su peso, antes de recoger las llaves que habían caído al suelo e ir en dirección al garaje. Mi lobato favorito ya estaba allí esperando junto a otros seis adolescentes. Falco me saludó con un movimiento de cabeza y me dijo:
—Ya hemos cargado el maletero, Levi.
Me acerqué, lo abrí para revisar que las cajas estuvieran alineadas y después comprobé que estuvieran llenas.
—Esto es de putos principiantes —les aseguré, sacando una de las cajas que habían escondido al fondo y de la que habían robado el contenido—. Pensaba que eran más listos, sobre todo tú, Falco.
El lobato se encogió de hombros y se frotó la parte baja de la nariz con el dedo índice.
—Podríamos habérnoslo llevado todo, Levi —me dijo uno de ellos, un chico de pelo cobrizo y ojos amarillentos, mientras se acercaba a Falco para rodearle los hombros—. Fue él el que no quiso.
Tiré la caja vacía a un lado y cerré el maletero sin darle mayor importancia.
—Espero que les haya gustado, porque van a estar lamiendo eses tuppers una semana —les dije.
Los lobatos no lo entendieron entonces e incluso les hizo gracia, pero no se rieron tanto cuando nadie les dio de comer aquella noche, ni la siguiente, ni la de después... Mary no estaba segura y me llamó el viernes mientras desayunaba con Eren para preguntarme si no estaría siendo demasiado cruel con los chicos, a lo que yo respondí:
—Espero que sí. Cierra la cocina y la despensa con llave o la robarán —y colgué con una media sonrisa en los labios.
—¿Levi castigó a los lobatos? —me preguntó Eren al otro lado de la mesa.
—Sin comer.
El lobo lo celebró con un leve gruñido y asintió.
—Bien.
Tras pararnos en la tienda de comida y en el supermercado, volvimos a casa y me puse a ordenar la compra mientras el lobo devoraba su pata de cordero. Esperé a que Eren estuviera tirado en el sofá, mirando un programa de jardinería mientras se le caían los párpados y su respiración se hacía más pesada bajo la manta, para prepararme un café y llevármelo junto con un cigarrillo y el móvil a la puerta de emergencias.
—Erwin —dije cuando me respondió al cuarto pitido—, quiero hablar contigo.
—¿Es muy importante? —quiso saber. Su voz sonaba algo jadeante, algo que me resultó extraño.
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Humano - Ereri
Fiksi PenggemarSé que todos conocen a los Lobos, esos hombres peligrosos, fuera de la ley, grandes, musculados, apestosos, atractivos y con la polla enorme. Sé que les habrán contado lo increíble que es pasar El Celo con ellos y que los follen como nunca en sus vi...