Uno

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Cinco años antes

La tradición dictaba que al comienzo de cada año universitario los estudiantes de la facultad de derecho organizaran una fiesta lo más descontrolada posible. Ese año, por supuesto, no sería la excepción. Lisandro tenía muchas expectativas sobre lo que esa noche le traería, ya que se encontraba en su segundo año de la carrera y aún no había tenido la oportunidad de asistir a ninguna de las típicas fiestas.

Le costó bastante convencer a Nahuel, su compañero de estudios, ya que era lo opuesto a él: introvertido y tímido, casi rozando el límite con lo aburrido. Pero se complementaban muy bien, ya que para extrovertido estaba él, con eso alcanzaba y sobraba.

Llegaron a la fiesta cuando ya habían pasado un par de horas de la medianoche, y ya todo el mundo parecía estar bajo el efecto del alcohol o alguna sustancia. Ellos dos apenas habían tomado, ya que la condición que había puesto Nahuel para acompañarlo era no tomar demasiado... no querían hacer papelones en la primera fiesta que asistían, ya que los chismes corrían muy rápido entre los estudiantes.

"Dijo que quería que tomáramos poco alcohol, pero no dijo nada de las drogas..." pensó Lisandro, sin decirle nada a su amigo. Y en ese instante envió un mensaje a Enzo, un estudiante que tenía reputación de conseguir sustancias ilegales y que muy probablemente podría proporcionarle algo para entretenerse esa noche.

Casi una hora más tarde, la pastilla de éxtasis que había tomado comenzó a hacerle efecto. Sus sentidos estaban alerta, cada mínimo roce en su piel lo hacía estallar en mil sensaciones. Su cuerpo se hacía uno con el ritmo de la música, todo era pura felicidad. Entre la marea de gente había perdido a Nahuel, pero le importó poco, ya que prefería que no lo viera en ese estado para no ponerlo paranoico.

Se dirigió a la barra para conseguir una botella de agua bien helada, ya que la regla número uno era no mezclar pastillas con alcohol, y él lo sabía muy bien. Además, sentía la boca reseca y adormecida. Le vendría muy bien hidratarse.

Sobre la barra estaba apoyado un chico moreno que él nunca había visto.

-¿Me das un fernet, por favor? -escuchó como el chico le pidió amablemente al barman su bebida.

Lisandro se apoyó contra la barra para también pedir su bebida, cuando accidentalmente rozó su brazo desnudo con el del chico. La cantidad de sensaciones que experimentó le electrizaron cada partícula de su cuerpo. Sabía que el éxtasis podía producir algo así, pero sentirlo en carne propia le pareció maravilloso. No le gustaban los hombres, al contrario... sentía hasta un poco de incomodidad cuando sabía que alguien era homosexual, pero lo que el contacto con la piel del desconocido le produjo resultó muy placentero.

Se dedicó a observarlo de cerca y notó que tenía una boca muy tentadora, que lo hacía preguntarse cómo sería besar aquellos labios y probar su sabor. Además de eso, su tonada cordobesa le resultaba demasiado sensual. No supo cuánto tiempo estuvo observándolo hasta que el barman lo trajo de vuelta a la realidad.

-¿Qué necesitás? -le preguntó.

-Un agua, porfa.

-¿Agua? -el desconocido se rió, alejándose con su fernet.

"Es ahora o nunca", pensó Lisandro. No podía dejar que se escapara.

Tomó su botella de agua y lo siguió.

-¡Esperá! -le gritó, abriéndose paso entre la gente.

El chico se dio vuelta y obedeció, deteniéndose. Ambos se apoyaron contra una pared donde había menos concentración de personas.

-¿Estás solo? -Lisandro le preguntó. No estaba seguro de a dónde quería llegar, pero al menos podría hacerle compañía mientras intentaba encontrar a Nahuel.

-Nunca estoy solo -respondió el desconocido con una sonrisa de autosuficiencia, dándole un largo trago a su fernet -pero ahora sí, perdí a mis amigos. ¿Cómo te llamás?

-Li... -Lisandro dudó. ¿Le convenía decirle su nombre? -Lucas. Me llamo Lucas. ¿Vos?

-Cristian. Cristian Romero.

¿Cómo iba a continuar todo eso? ¿Para qué lo había seguido? Lisandro no entendía lo que le ocurría con el desconocido. A él nunca le habían gustado los hombres, no comprendía si era por el efecto de la droga o qué, pero Cristian tenía algo que le producían unas irrefrenables ganas de besarlo y desnudarlo allí mismo.

Abrió su botella y bebió casi la mitad del contenido de un sorbo. Su cuerpo agradeció la temperatura del líquido, ya que estaba comenzando a sentir un calor incontrolable. Cerró los ojos dejándose llevar por las sensaciones que la música y la cercanía del chico le producían y, acercándose más a él, comenzó a bailar. Cristian no se alejó, sino que le siguió el ritmo.

No supo bien cuánto tiempo estuvieron así pegados bailando, pero lo que pasó después fue inevitable: Lisandro no pudo controlarse más y, dejándose llevar por sus más profundos instintos, lo besó. La sensación de placer se extendió por cada parte de su cuerpo, y se avergonzó un poco al sentir que en su entrepierna comenzaba a formarse una erección. "No soy puto, no soy puto... es el efecto de la droga" intentó decirse a sí mismo para no impedirse disfrutar del momento.

El beso fue profundizándose, y las manos de ambos subían y bajaban descontroladas por el cuerpo del otro. En un momento, Cristian se separó de los labios de Lisandro y dulcemente le preguntó:

-¿Vamos a otro lado?

Lisandro cayó en la realidad de lo que estaba pasando y se sintió avergonzado.

-Mirá que no soy trolo... -se excusó.

-¿Lo decís para convencerme o para convencerte? -Cristian lo miró con el ceño fruncido -dejá, está todo bien. Nos vemos, Lucas.

Se alejó de él dejándolo envuelto en una inmensa contradicción, por un lado se odiaba a sí mismo por lo que había hecho (que en circunstancias normales le parecía asqueroso), pero por otro lado se había quedado con ganas de mucho más.

¿De verdad estaba tan seguro de que no le atraían los hombres?

Burning Desire (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora