Veinticuatro

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-Hola, Lisandro -Emiliano lo saludó amablemente, indicándole que ingresara al consultorio -¿cómo estuviste?

Lisandro, por primera vez, no supo qué contestar. Si bien no estaba mal como en las primeras sesiones, tampoco estaba del todo bien... tenía un extraño sentimiento atorado en el pecho que no lograba descifrar.

-Ahí ando... -respondió tímidamente, sentándose en el sofá que solía ocupar todos los viernes.

-Bueno... ¿me querés contar qué pasó? -su psicólogo lo invitó a continuar.

El teñido se mantuvo en silencio, intentando controlar el temblor involuntario de su pierna derecha. Quería aparentar estar relajado, como en cualquiera de sus últimas sesiones, pero le sudaban las manos y sentía una presión en su pecho que amenazaba con ahogarlo en cualquier momento.

-Lisandro... mírame, por favor -Emiliano le pidió con el tono sereno que lo caracterizaba, a lo que él obedeció -respirá tranquilo, sabés que éste es tu lugar seguro y podés decirme lo que se te venga a la mente.

Permanecieron unos instantes en silencio, que a Lisandro le parecieron una eternidad, mientras Emiliano le daba el espacio necesario para procesar sus ideas. Lo que más apreciaba de su psicólogo es que nunca lo presionaba ni insistía, simplemente sabía darle su lugar para poder poner en palabras todo lo que le pasaba.

-El sábado salimos con Cristian... -comenzó, jugando con el botón de su camisa para evitar mirar a Emiliano a los ojos -a un boliche gay.

-Qué bien, Lisandro. ¿Cómo te sentiste?

-Muy bien, muy cómodo... me gustó el ambiente.

-Ajá... ¿pero...? -Emiliano lo invitó a continuar, ya que presentía que no era el final de lo ocurrido.

Lisandro carraspeó para aclararse la voz e intentar disimular los nervios.

-Estaba... estaba Giovani -respondió, al fin, secándose el sudor de las manos por décima vez en su pantalón -y... me echó la culpa de que Cristian lo haya dejado.

-¿Y vos sentís que tenés la culpa de eso, Lisandro? -su psicólogo fue al hueso, sin vueltas.

-No lo sé, Emiliano -Lisandro por fin lo miró a los ojos, por primera vez en toda la sesión -yo me metí en el medio de los dos, ¿no te parece?

-Ya sabés que lo que me parezca a mí no tiene importancia, ¿no? -su terapeuta sonrió con un toque de ironía -pero supongamos que querés saber lo que a mí me parece, y hoy te veo tan preocupado que me permito un instante correrme de mi rol de terapeuta y responderte... yo considero que vos no sos responsable de la separación de Cristian y Giovani. Ambos son hombres adultos, conscientes y responsables de sus decisiones.

Lisandro se quedó en silencio, procesando la información. La respuesta no lo tranquilizaba del todo, pensaba en cómo se hubiera sentido él si hubiera estado en el lugar de Giovani y más culpable se sentía...

-Contame de Cristian, Lisandro -Emiliano lo sacó de sus pensamientos -¿cómo viene la relación?

-Re bien -Lisandro no pudo evitar soltar una sonrisa tímida, que inmediatamente contagió a su psicólogo -cada vez mejor. Pero... te va a parecer una boludez lo que te voy a decir.

-Si para vos es algo importante, jamás me parecería una boludez.

-Bueno... me da miedo que se aburra -el tono de Lisandro se ensombreció.

-Y... ¿por qué se aburriría? -Emiliano lo miró frunciendo el ceño.

-No lo sé... nunca tuve una relación antes, y la verdad no sé si estoy haciendo las cosas bien. Me da miedo que un día se aburra de mí y no quiera estar más conmigo.

-Ay, Lisandro... -su terapeuta sonrió -sé que es difícil, pero ¿por qué en vez de preocuparte por lo que un día podría llegar a pasar no disfrutás un poco más de todo lo que tenés? Si algún día se termina la relación, ya veremos qué hacés... pero mientras tanto, viví el presente. Te merecés disfrutar de lo que construiste, trabajamos mucho para lograrlo.

...

-¡Felices dos meses, amorcito -Cristian lo abrazó apretándolo entre sus brazos en medio del pasillo, a la vista de sus compañeros de trabajo.

Al principio habían decidido guardar las apariencias para no generar más escándalos, pero con el paso del tiempo era inevitable demostrarse lo que sentían. Lisandro, que en otro momento se hubiera escandalizado de mostrarse así en público, le devolvió el abrazo con fuerza.

Amorcito le dice! ¿Por qué son tan empalagosos? -Paulo bromeó, fingiendo burlarse de ellos.

-Vos de envidia, porque con Leandro ni siquiera saben qué día cumplen aniversario -Lisandro le retrucó, riendo.

-Me parece que prefería cuando se odiaban, ¿o no, Juli?

-No, ¡por dios! -Julián rodó los ojos, riendo -me tuvo como un mes entero llorando porque Cristian no lo quería ni ver.

Lisandro se rio con ganas al darse cuenta de que Emiliano tenía razón: se merecía vivir el presente y disfrutar lo que había logrado. Tenía amigos, tenía una pareja y tenía la libertad de ser quién era y mostrar lo que sentía, y eso le parecía más que suficiente. El sonido de una notificación en su celular lo sobresaltó, ya que además del suyo, los otros tres celulares también sonaron a la vez. Imaginó que sería alguna indicación de su jefe Lionel, que solía enviarles cadenas de mails cada tanto.

Los rostros de Cristian, Paulo y Julián se ensombrecieron, como si hubieran visto un fantasma. Algo no andaba bien, podía sentirlo.

-¿Qué es? -preguntó, sacándose el celular del bolsillo.

Ninguno respondió. Julián abrió los ojos muy grandes, casi sin pestañar, y se llevó la mano a la boca en gesto de profundo asombro.

-Qué hijo de re mil putas -Paulo exclamó.

Lisandro desbloqueó torpemente su celular, ya que los nervios no le permitían coordinar los movimientos. No sabía aún qué era, ya que ninguno se atrevió a hablar, pero imaginaba que algo terrible sería ya que jamás había visto a los cordobeses reaccionar así.

Tenía una notificación de WhatsApp, del grupo Abogados de Buenos Aires, en donde estaban incluidos los abogados de todas las firmas de la ciudad. Vio su foto de perfil de Linkedin, la que usaba para asuntos laborales, adjunta en el chat junto con un mensaje que decía:

-Para que todos sepan, Lisandro Martínez se roba los puestos de trabajo y los novios de los demás. No sólo me sacó a mi pareja, sino también me hizo despedir del trabajo. Tengan cuidado en manos de quién dejan los casos, yo no pondría a una persona así a trabajar conmigo.

No necesitó ver el número (que no tenía agendado) para saber de quién se trataba. De pronto sintió que se le cerraba el pecho y se le nublaba la vista, era inevitable: estaba teniendo otra vez un ataque de ansiedad.




N/A: no me odien!! Pueden insultarme si quieren, perdón :( jajsjajaj espero que tengan un hermoso año nuevo <3

Burning Desire (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora