Cuatro

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-Lisandro, ¿podemos hablar? -Cristian ingresó a su oficina con actitud conciliadora -no podemos seguir así.

El teñido lo miró sorprendido. Habían discutido prácticamente toda la semana y no esperaba que las cosas cambiaran entre ellos.

-Te escucho -se apoyó en la pared con los brazos cruzados, mostrando una postura defensiva.

-Yo... no puedo más con todo esto -Cristian comenzó, mientras se acercaba peligrosamente a él -te juro que no quiero llevarme mal con vos, aunque me hagas la vida imposible.

Él tampoco quería seguir peleando, pero era demasiado orgulloso para admitirlo y dar el primer paso. Lo que no esperaba era que se solucionara todo tan fácil.

-Y además de eso... me gustás -Cristian ya estaba a escasos centímetros de Lisandro- mucho.

Todo sucedió demasiado rápido. Justo cuando estaba a punto de besarlo, Lisandro se despertó sobresaltado y agitado. Una capa de sudor frío cubría su cuerpo, lo que le produjo escalofríos. ¿O los escalofríos eran producto de las sensaciones que había experimentado en el sueño? No podía haber sido un simple sueño, si se había sentido tan real...

Aunque todavía faltaban varias horas para que sonara su alarma, no pudo volver a conciliar el sueño en toda la noche.

...

Esa mañana le resultó particularmente tediosa. No sólo había dormido pésimo, sino que la presencia de Cristian rondando cerca le recordaba constantemente el motivo de su insomnio. No podía ser que le gustara ese hombre, eso para él era imposible. Sin embargo, mientras el moreno no lo notaba, Lisandro se quedaba observándolo en silencio, fascinado con los pequeños detalles de su rostro: la longitud de sus pestañas, la expresión de sus ojos, el color de sus labios...

-¿Necesitás algo? -Cristian le preguntó sin apartar la mirada de su computadora, provocando que Lisandro se sobresaltara. Evidentemente, no había sido tan disimulado como pensaba.

-¿Qué? -fingió no prestarle atención -no, ni sabía que estabas acá.

Lisandro salió de la oficina sintiendo que su rostro hervía de vergüenza, dispuesto a tomarse un breve recreo para aclarar su mente. Al parecer no disimulaba su malestar tan bien como creía, porque los demás lo notaron inmediatamente.

-¿Te sentís bien, Lisandro? -su compañero Julián le preguntó amablemente -no tenés buena cara.

-Sí, estoy bien... -mintió con total naturalidad, intentando sonar convincente -no dormí bien anoche.

-¿Muchas peleas con Cuti? -Giovani, otro de sus compañeros, indagó con tono irónico.

El teñido frunció el ceño, extrañado. Rara vez había conversado con ellos fuera de lo estrictamente laboral.

-¿Cuti? ¿Quién es? -no reconoció ese nombre.

-Cristian -respondieron, como su fuera lo más obvio del mundo.

Aquello hizo que una punzada de bronca se clavara en su estómago. Sus compañeros no solamente no hablaban con él, sino que ya habían logrado la suficiente confianza con Cristian como para ponerse apodos. Algo que él no había logrado en los años que había trabajado allí.

-Che, es muy bueno el pibe. Muy inteligente -Julián continuó -es como vos, pero más copado.

-Es muy bueno y está muy bueno -Giovani soltó una carcajada -en serio, Lisandro, si yo fuera vos no lo dejaría escapar.

La bronca que sentía el teñido comenzaba a arder dentro suyo transformándose en ¿celos? ¿vergüenza? No sabía qué le molestaba más, si la insinuación de que él podría estar con Cristian o la abierta declaración de sus compañeros de que les resultaba atractivo. De sólo imaginarse a Cristian con otro hombre se le revolvía el estómago de... celos.

Salió de allí sin decir palabra, apretando los dientes para contener su furia.

...

-¿Te falta mucho? -le preguntó de muy mal modo a Cristian al regresar a la oficina que, desgraciadamente, compartían- necesito la computadora.

-¿Siempre tenés que tener ese humor de mierda? -el moreno rodó los ojos con fastidio, sin responder a la pregunta.

-Si tengo que soportarte todos los días es imposible que tenga buen humor -Lisandro tenía la costumbre de responder siempre con algo que duplicara la agresión, logrando ganarle por cansancio.

Pero esta vez fue Cristian quien perdió la paciencia primero.

-¿Se puede saber qué carajo te hice? -se levantó bruscamente de su asiento y lo miró fijamente. Lisandro no supo descifrar la mezcla de bronca y dolor que notó en sus ojos -en serio, no podemos seguir así. Desde el primer día intenté ser amable con vos, no entiendo qué te molesta de mí.

No podemos seguir así. El teñido se quedó en shock, meditando sus palabras. Las mismas palabras había usando Cristian en su sueño de la noche anterior, y la escena casi había terminado en un beso.

-¿Es por lo de la fiesta? -el moreno continuó -fue hace cinco años, Lisandro. ¿O querés que te diga Lucas, como me dijiste esa noche que te llamabas?

Esa pregunta logró sacarlo del estado de shock en el que se encontraba para hacerlo caer en la realidad: Cristian sabía quién era y de dónde se conocían. Y eso no podía suceder.

-¿Qué mierda dijiste? -se acercó bruscamente a él y lo tomó del cuello de su camisa, dando rienda suelta a la bronca que se apoderaba de él. Pero el moreno no se sorprendió, parecía haber estado esperando ese momento.

Ambos se quedaron unos instantes mirándose fijamente a los ojos, respirando aceleradamente y sintiendo cada latido de sus corazones retumbar en sus cuerpos. La bronca dio paso a otro sentimiento que ambos no podían controlar más: deseo.

No podemos seguir así. Y tenía razón.

A diferencia de la escena de su sueño, esta vez fue Lisandro el que dio el primer paso y lo besó, dejando fluir todos los sentimientos que venía acumulando desde que lo volvió a ver. Poco le importó que estaban dentro de su oficina, con todos sus compañeros de trabajo a escasos metros de allí y con la enorme posibilidad de ser descubiertos y expuestos.

En ese beso casi violento, cargado de necesidad y urgencia, comprobó que lo que le pasaba con Cristian era algo imposible de manejar y de negar. 

Burning Desire (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora