Doce

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-¿Así que estás saliendo con Cristian? -una voz lo sobresaltó.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no notó que Giovani se había acercado a él, mientras se tomaba su café. Por su actitud burlona era obvio que había estado esperando el momento en que quedaran a solas para abordarlo.

-Estás confundido... -intentó que no se notara el temblor en su voz al responderle.

El otro lo recorrió con la mirada de arriba a abajo, con evidente desagrado.

-Sí, sabía que me lo ibas a negar -sonrió irónicamente, provocando que a Lisandro se le retorciera el estómago de bronca -igual sé que no van a durar... vos no podés darle a Cris lo que él necesita.

Sin darle tiempo a reaccionar, Giovani se alejó de él, dejándolo procesando el duro golpe.

Quizás en otro momento, siendo el Lisandro de hacía unos meses, le hubiera cruzado la cara de un puñetazo. Pero en este último tiempo se había convertido en el fantasma de la persona que solía ser antes de conocer a Cristian.

Apretó los puños con tanta fuerza que se clavó las uñas en las palmas de sus manos, logrando que brotara sangre de las mismas. Apenas fue consciente de ello, ya que los tediosos síntomas de sus crisis de ansiedad comenzaban a aparecer nublando completamente sus sentidos.

Recorrió la distancia que lo separaba del baño tambaleándose, rogando en su interior que sus compañeros estuvieran lo suficientemente ocupados como para notar lo que le estaba pasando. Mientras tanto, respirar le suponía un esfuerzo sobrehumano: sentía que se le cerraba la garganta y se le oprimía el pecho de la angustia.

Trabó la puerta tan rápido como sus temblorosas manos se lo permitieron y se apoyó en la pared, para dejarse caer lentamente y terminar en el suelo. Se desprendió la camisa con desesperación, sentía que el aire era incapaz de ingresar a su cuerpo. Intentó llevar la cuenta de sus respiraciones: uno, dos, tres... "no podés darle a Cris lo que él necesita... cuatro, cinco, seis... "me salió un hijo marción... siete, ocho, nueve... "yo no soy trolo"...

Cerró los ojos con fuerza y escondió la cabeza entre sus manos, intentando apartarse de la realidad. Pero lo que lo atormentaba estaba dentro de su cabeza, no en el mundo exterior.

El sonido de los golpes en la puerta lo devolvió a la realidad. No tenía idea de cuánto tiempo había permanecido en esa posición, pero por el entumecimiento de sus músculos era probable que un buen rato.

-Ocu... -intentó responder, pero se le quebró la voz. Carraspeó, intentando disimular -ocupado.

-¿Lisandro? -escuchaba la voz de Julián como si estuviera a kilómetros de allí, aún le zumbaban los oídos -¿estás bien?

-Sí... ya salgo.

Se miró al espejo y la imagen que éste le devolvió lo preocupó: ojos enrojecidos, piel blanca como el papel y sus cabellos completamente despeinados. Cualquiera que lo viera iba a poder notar fácilmente que bien no estaba.

Intentó arreglarse lo mejor que pudo e inhaló profundamente una bocanada de aire antes de abrir la puerta.

-Licha, ¿qué te pasó? -al verlo, Julián le preguntó con el tono dulce y amable que lo caracterizaba –esperá, déjame pasar.

Y antes de que Lisandro pudiera impedírselo, ingresó al baño con él.

-¿Estás bien? -le preguntó con cara de preocupación -hace diez minutos que estoy golpeando la puerta.

¿Diez minutos? Intentó en vano pensar en una excusa lo suficiente creíble, pero inexplicablemente Julián le transmitía la suficiente confianza para ser honesto con él.

-No... no estoy bien -admitió, ya más calmado- creo que tuve un ataque de pánico.

El otro asintió sin decir palabras, como si supiera exactamente de lo que estaba hablando.

-Me imaginaba. ¿Me querés contar algo?

Lisandro negó rotundamente con la cabeza. En medio de su confusión mental, ni siquiera él sabía qué era lo que le pasaba.

-Está bien... -Julián lo miraba con tristeza -ya sabés que si necesitás hablar, podés contar conmigo... pero, si no te animás... podrías considerar empezar terapia.

El teñido frunció el ceño. Jamás se le habría ocurrido hacer eso.

-No... no estoy loco, Juli.

-Al contrario. Hay que estar muy cuerdo para tener la valentía de admitir que necesitás ayuda.

...

Esa noche no pudo dormir pensando en cómo solucionar la situación en la que estaba atrapado. La idea que Julián había sembrado en él comenzaba a dar sus frutos, ya que, aunque odiara admitirlo, necesitaba ayuda. Y no podía contarle a nadie, ni siquiera al propio Cristian, el infierno en el que se había transformado su mente esos últimos días. Aunque le doliera en el alma, haber conocido a Cristian había removido todas las heridas de su pasado y es por eso que necesitaba alejarse de él.

Al día siguiente, cuando él se acercó para saludarlo con un beso, casi instintivamente corrió la cara, impidiéndoselo.

-Esperá... -lo frenó- tenemos que hablar, Cris.

La mezcla de decepción y confusión se reflejaban en los ojos del moreno.

-Te escucho -Cristian no pudo evitar que su voz sonara fría y distante, mientras se sentaba en su escritorio.

-No puedo seguir con esto... -comenzó Lisandro, apenas podía sostenerle la mirada -yo no puedo darte lo que vos necesitás.

Y, aunque detestara admitirlo, su enemigo había dado en el blanco: él no podía ser lo que Cristian quería que fuera.

-¿Sos adivino, ahora? -Cristian lo provocó -¿y vos qué sabés lo que yo necesito?

-Cris... por favor... no me lo hagas más difícil.

-Vos lo estás haciendo difícil, Lisandro -el moreno se puso de pie y se acercó a él -¿no querés estar más conmigo?

-No... no es eso -Lisandro sentía que comenzaba a faltarle el aire. Una punzada de angustia atravesó su pecho, amenazando con romperle el corazón.

-¿Y qué es, entonces? -Cristian se arrodilló frente a él, mirándolo de cerca -¿hice algo que te lastimó? Por favor, amor, podés confiar en mí.

Amor... nunca nadie lo había llamado así. Al menos, nadie que lo sintiera sinceramente.

-Sé que no va a funcionar... -tragó saliva, intentando deshacer el nudo de su garganta que amenazaba con ahogarlo -no podemos seguir con esto. Fue muy lindo lo que pasó entre nosotros, pero... a mí no me gustan los hombres. Lo nuestro para mí fue un... experimento.

Con todo el dolor del mundo, Lisandro estaba dispuesto a alejar a Cristian de él a cualquier precio. Sabía en el fondo de su corazón que terminaría lastimándolo, y no tenía dudas de que él no se merecía que le hiciera eso, así que optó por el camino más fácil: hacer que comenzara a odiarlo y se olvidara de él.

Porque tenía la certeza de que, para estar bien con alguien, primero hay que estar bien con uno mismo... es por eso que decidió poner el punto final. Él tenía demasiadas heridas que sanar, y no podía obligarlo a amar a alguien tan roto como él.

Salió de la oficina, sin decir palabras, dejándolo atrás. 

Burning Desire (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora