Once

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-No puedo creer que me salió un hijo maricón... -los ojos oscuros de su padre se clavaron en él, brillando con furia contenida. En un acto reflejo se llevó las manos al rostro para protegerse del golpe, preparado para recibir el dolor.

-Licha... -la mano de Cristian se posó en su hombro, intentando contenerlo.

Se había despertado de su pesadilla sintiendo que le faltaba el aire. Los escalofríos todavía recorrían su cuerpo, mientras que una capa de sudor helado cubría su piel. Se aferró con fuerzas a la frazada, intentando convencerse de que lo que segundos antes había vivido no era real.

-¿Estás bien? -el moreno le preguntó con dulzura, mientras ambos se sentaban en la cama.

Lisandro apenas pudo asentir, ya que una opresión en su pecho amenazaba con quitarle el poco aire que quedaba en sus pulmones.

-Fue... una pesadilla nomás -murmuró con la voz quebrada. Todavía temblaba.

Cristian lo envolvió entre sus brazos sin decir más nada, intentando transmitirle calma. Enredó una de sus manos suavemente en sus cabellos, jugando con ellos.

-¿Me querés contar? -le preguntó al cabo de unos minutos.

-Preferiría que no... tengo miedo de que te asustes vos también -susurró el teñido. En los brazos del otro se sentía como un niño indefenso, pequeño y vulnerable.

No pudo dormir por el resto de la madrugada, aterrorizado de que la imagen de su padre volviera a aparecerse en sus sueños.

...

Habían pasado casi dos semanas desde que ambos habían intentado comenzar una especie de relación, siempre y cuando mantuvieran la estricta confidencialidad ante sus compañeros de trabajo y en los espacios públicos.

Cristian no comprendía por qué Lisandro se negaba constantemente a mostrarse en público con él, mientras que cuando estaban solos se mostraba como el ser más cariñoso y atento del planeta. Al principio, el juego del romance secreto le parecía divertido y emocionante, pero comenzaba a hartarse de no poder mostrarse con él como quisiera.

Lisandro, por su parte, había desbloqueado recuerdos que su inconsciente había mantenido ocultos por muchos años. Pero lejos de mejorar su confusión, todo se había el doble de complicado...

Diez años antes

Hacía tiempo ya que sentía por su amigo Alejandro cosas que nunca le habían pasado con nadie. Ni siquiera con ninguna chica, pese a la enfermiza insistencia de su padre para que se consiguiera una novia y por fin debutara. Para su grata sorpresa, sus sentimientos eran correspondidos.

Una tarde de primavera, aprovechando que nadie estaba en su casa, lo invitó a pasar un rato con él. No tardaron demasiado en comenzar a dar rienda suelta a la atracción que sentían mutuamente: pronto se encontraron besándose y acariciándose, descubriendo sus cuerpos. A pesar de no ser más que dos adolescentes de quince años que comienzan a despertar a los placeres sexuales, ambos se sentían tan seguros como cualquier adulto experimentado.

Con mucho placer sintió cómo las manos de Alejandro comenzaban a desprender el cierre de su pantalón, pero unos violentos golpes en la puerta de su habitación lo devolvieron a la realidad.

-Lisandro, abrí la puerta inmediatamente -la voz ronca de su padre lo hizo temblar de miedo.

No les dio tiempo ni a terminar de ponerse la ropa que les faltaba ya que destrabó la puerta de una patada.

Alejandro lo miró con preocupación, ya que sabía que el padre del chico era una persona sumamente violenta y machista.

-Andate a tu casa, nene, si no querés que le cuente a toda tu familia que tienen un hijo puto -le ordenó, mientras el chico se ponía la ropa y salía de la habitación con urgencia.

Mientras tanto, Lisandro esperaba paralizado en su cama; ni siquiera había podido juntar fuerzas para ponerse su remera.

-No puedo creer que me salió un hijo maricón... -los ojos oscuros de su padre se clavaron en él, brillando con furia contenida. En un acto reflejo se llevó las manos al rostro para protegerse del golpe, preparado para recibir el dolor.

Se recostó sobre la cama hecho un bollito, incapaz de defenderse, mientras recibía golpe tras golpe. Pero lo más doloroso eran las palabras humillantes que su padre le gritaba mientras se desquitaba con él: "puto", "maricón de mierda", "me saliste trolo como tu tío" "ya te voy a corregir, enfermo".

A pesar de que no era la primera vez que lo golpeaba, sí era la primera vez que lo dejaba tan lastimado que tuvo que faltar al colegio casi una semana entera.

A partir de ese momento, su padre cumplió su promesa: lo corrigió, literalmente, a golpes. Y desarrolló en Lisandro una homofobia tan fuerte que le llevó casi una década cuestionársela, con la presencia de un hombre que volvió a provocarle sentimientos que estaban dormidos en su interior a fuerza de golpes y humillaciones. 

Burning Desire (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora