Veintinueve (final)

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Lo despertó suavemente la mano de Cristian en su hombro, llamándole la atención. No había sido consciente del momento en el que se había dormido, lo que claramente estaba fuera de sus planes. Oía perfectamente el murmullo del mar, recordándole de golpe en dónde estaba.

-Hora de ponerse protector solar -su novio le dijo fingiendo seriedad, aunque estaba conteniendo la risa al verlo tan dormido.

-¿Para eso me despertaste? -de igual modo, Lisandro fingió protestar -me había quedado dormido.

-Se nota, amor -Cristian no pudo evitar soltar una carcajada -estabas roncando. Y sí, ponete protector... no quiero que te quemes como el verano pasado.

Lisandro puso una mueca de dolor al recordar cómo había padecido los días siguientes al insolarse por dormirse al sol en las últimas vacaciones. Casi ni había podido dormir del ardor y, encima, había tenido que soportar las bromas de Cristian y sus "te lo dije".

Sin protestar más, tomó el pote de protector solar e intentó esparcir la crema por su piel lo mejor que pudo.

-¿Vos no te ponés? -preguntó extrañado, al ver que el otro se sentaba nuevamente al sol.

-Ya me puse mientras dormías. Además, yo ya vengo quemadito de fábrica... no me hace tan mal el sol.

Había pasado ya bastante tiempo, pero Lisandro se sentía atraído hacia él como el primer día. Adoraba su humor, su inteligencia y su agudo ingenio para tener siempre el comentario justo. Mientras Cristian estaba recostado en su reposera tomando sol, Lisandro se encontró a sí mismo observándolo con disimulo, como en aquellos primeros tiempos donde ni siquiera podía poner en palabras aquello tan intenso que sentía por él.

Al observarlo, con el mar cristalino de fondo y la arena blanca bajo sus pies, se sintió el hombre más afortunado del mundo: no sólo habían podido concretar ese viaje que hacía tanto tiempo ambos anhelaban, sino que habían logrado que la convivencia resultara de lo más exitosa. No había grandes hazañas dignas de películas románticas, pero el hecho de conocerse y respetarse tanto mutuamente hacía que todo fuera hermoso. Lisandro sabía con cuántas cucharadas de azúcar Cristian tomaba su café, a qué temperatura le gustaba el agua del mate, cuál era su chocolate favorito, qué películas podía ver una y otra vez sin cansarse... y Cristian sabía cómo animarlo si tenía un mal día, cuál era su pasta de dientes favorita, qué galletitas amaba y qué lado de la cama prefería. Habían resultado un equipo perfecto, dentro y fuera del trabajo. Pero lo que más amaba Lisandro era cómo ambos se respetaban sus tiempos y sus espacios. Uno de sus mayores miedos a la hora de enfrentar la convivencia había sido cómo afrontar la rutina con Cristian, resignándose a perder sus tan amados espacios de soledad. Sin embargo, Cristian parecía entenderlo perfectamente y ambos podían disfrutar de su espacio personal.

...

Esa noche, como todas las noches desde que habían llegado al all inclusive, había fiesta en la playa. Por supuesto que con Cristian no podían resistirse a asistir: salir de fiesta juntos era uno de sus planes favoritos.

Después de tomarse el tercer mojito, Lisandro ya comenzaba a sentir el calor en su cuerpo que le indicaba que comenzaba a emborracharse. Solía tener mejor tolerancia al alcohol, pero, en su defensa, el barman preparaba los tragos el triple de fuertes que lo que solía tomar en su propio país. Sumado a eso, el cansancio comenzaba a pesarle. Además de haber pasado todo el día en la playa, ya hacía un par de horas que habían estado bailando sin parar. No quería admitirlo delante de su novio, ya que no quería que lo creyera incapaz de seguirle el ritmo... el cordobés parecía siempre tener una energía inagotable si se trataba de bailar.

Ya hacía un par de minutos que observaba animadamente a la multitud bailar, mientras esperaba apoyado en la barra que le prepararan su trago y esperaba a que Cristian regresara del baño, cuando a lo lejos lo vio volver.

-¡Dame otro mojito, por favor! -le indicó al barman, viendo que su novio se acercaba a la barra.

-Lisandro... ¿no será mucho alcohol? -el moreno frunció el ceño, al verlo con los dos vasos en la mano.

-No seas trolo, Cristian -bromeó Lisandro, usando las palabras que incansablemente había repetido en el pasado, que ahora cobraban un nuevo significado -ya está pago, tenemos que tomar.

Cristian soltó una carcajada ante la ocurrencia de su novio. Sin embargo, estaba en lo cierto: podían beber y comer todo lo que desearan, cuando lo desearan.

-Tengo que mostrarte algo... -le extendió la mano a modo de invitación -seguime.

Lisandro, obediente, entrelazó sus dedos con los suyos, listo para seguirlo. Cristian, delante de él, se abrió paso entre la multitud y comenzó a caminar en dirección a un sector vacío frente al mar. Caminaron un par de minutos hasta llegar a un sector de la playa completamente vacío y sorprendentemente silencioso, con el murmullo de las olas como único sonido, mientras que en las olas del mar se reflejaba el brillo blanquecino de la luna, que les iluminaba tenuemente el rostro. Pese a sentirse mareado por el calor y el alcohol, Lisandro sintió de golpe que una súbita emoción lo invadía: no podía creer la belleza de aquel lugar.

-Supuse que te iba a gustar ver este lugar -Cristian le dijo dulcemente, mientras lo envolvía entre sus brazos.

Lisandro sintió que sobraban las palabras para un momento tan hermoso, por lo que se pegó más a su cuerpo y cerró los ojos, dejándose llevar por el ritmo de los latidos de su corazón mezclados con el sonido de la noche. En aquellos brazos se sentía como en casa, protegido y cuidado como nunca en su vida.

No supo cuánto tiempo estuvieron así, podrían haber sido cinco segundos o una eternidad... como en cada momento lleno de emoción, perdía la noción del tiempo.

-Gracias -murmuró, rompiendo el silencio mientras se separaba del abrazo para mirar a Cristian a los ojos -este lugar... este lugar y estar con vos es más hermoso que lo que siempre deseé... porque nunca me animé a desear tanto.

Cristian, profundamente conmovido por sus palabras tomó su rostro con dulzura entre sus manos y lo besó. Lisandro, como cada vez que se besaban, sintió que todo el dolor vivido en el pasado ahora tenía un sentido, si por fin podían ser felices.

-¿Sabés qué me encantaría hacer ahora? -le preguntó con picardía, separándose del beso.

-Lisandro... si lo hacemos acá nos va a hacer mal la arena -bromeó Cristian, intrigado por las ideas de su novio.

-No todo es sexo en la vida, degenerado -Lisandro fingió ofenderse -me quiero meter al agua. ¿Me seguís?

Como si fueran dos niños, en pocos segundos corrieron hacia el agua. Tuvieron la precaución de no meterse muy profundo, ya que no había guardavidas en esa zona, pero les bastó para refrescarse y tirarse agua mutuamente.

Lisandro nunca se había sentido tan libre y feliz en su vida, pero con Cristian ya se había acostumbrado a disfrutar siempre cada instante de felicidad. En todo ese tiempo juntos, jamás habían perdido la capacidad de encontrar ocasiones para celebrar su amor y vivirlo en libertad. Y Lisandro, quien nunca había podido permitirse ser plenamente quien verdaderamente era, por fin se había librado de sus fantasmas del pasado y aprendía, día a día, a dejar sus colores verdaderos brillar.

N/A: bueno... hemos llegado al final de esta historia que amé escribir, que me hizo (nos hizo) pasar por miles de emociones hasta llegar al merecido final feliz. Gracias infinitas por acompañarme todos estos meses, por los votos y los comentarios que me hacían siempre feliz y me motivaban a seguir. Quiero saber qué les pareció el final y la historia (en especial a lxs lectorxs silenciosos). Y como me cuesta mucho decirle adiós a esta historia... hice una playlist compilando las canciones que me recuerdan a la trama o que usé de inspiración. Les dejo el link por si les interesa:  

 

Burning Desire (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora