Cinco

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El sonido de alguien golpeando la puerta los devolvió inmediatamente a la realidad del tiempo y el espacio en el que se encontraban. Lisandro se separó del beso casi de un salto, llevándose las manos al rostro con gesto aterrorizado, siendo consciente de lo que habían hecho.

Cristian se acomodó el cuello de la camisa sin decir palabra, sin terminar de comprender lo que acababa de ocurrir.

-¿Qué pasa? -gruñó Lisandro al abrir la puerta, mirando con nerviosismo para todos lados. Con un poco de suerte, los opacos vidrios de la oficina habían sido suficientes para mantener oculto lo que había pasado.

-Disculpame, Lisandro -se excusó Julián- hace rato que estaba llamando. Se ve que estaban concentrados trabajando -disimuló una sonrisa mientras observaba a ambos con suma curiosidad.

-Claro que estábamos trabajando -le respondió, quitando bruscamente de sus manos la carpeta que el chico traía - ¿qué íbamos a estar haciendo, sino?

-No sé, ¿peleando, como siempre? -Julián rió con nerviosismo -los dejo seguir trabajando.

Lisandro cerró la puerta de la oficina con fuerza, haciendo un ruido que sobresaltó a Cristian más de lo que ya estaba. El teñido tomó uno de los archivos que contenía la carpeta y fingió leerlo con excesiva atención, haciendo de cuenta que el cordobés no estaba allí.

Después de varios minutos de ser ignorado, el moreno decidió romper el silencio.

-¿No pensás decirme nada?

-No tengo nada que decirte -el teñido le retrucó secamente, sin despegar la vista de lo que estaba leyendo.

-¿Osea que para vos es normal estar a punto de pegarme una piña y terminar besándome? -Cristian dio unos pasos hacia él, intentando llamar su atención -Y ahora encima ni siquiera podés mirarme a la cara. Qué cobarde.

Eso fue una punzada de provocación para el enorme ego de Lisandro. Parecía que el cordobés estaba sabiendo exactamente cómo lograr desafiarlo. Pero esta vez, el teñido decidió escoger el camino de la paz.

-Tenés razón -dijo seriamente, levantando la vista para por fin mirarlo. Sintió un cosquilleo en el estómago al notar que el moreno tenía los labios enrojecidos e hinchados después del beso -disculpame, Cristian. No va a volver a pasar.

Aunque en el fondo deseaba con todo su ser que volviera a pasar. Y cuanto antes.

...

No volvieron a mencionar el tema durante toda la jornada laboral, que resultó incómoda y tediosa para ambos. Cuando por fin terminaron ya era de noche, y tras haber estado amenazando todo el día, una fuerte lluvia comenzó a caer.

Lisandro ya se había subido a su auto para emprender el camino de vuelta a su casa, cuando a lo lejos vio a Cristian caminando bajo la lluvia, aparentemente buscando un lugar donde resguardarse. Si bien no le debía nada, de hecho, era prácticamente imposible que el chico lo hubiera visto, algo en su interior le decía que debía acercarse a él y llevarlo a destino.

Quiso justificarse a sí mismo diciéndose que era simplemente para realizar una buena acción, pero, siendo completamente honesto con sí mismo, solo quería pasar un rato más a solas con él.

-¡Cristian! -le gritó, bajando la ventanilla y tocando bocina -¡Cristian!

Al escuchar su voz, el moreno se dio vuelta y lo miró sin comprender. Lisandro hizo una seña para que se acercara.

-¡Vení, te llevo! -le indicó, deteniéndose y poniendo las balizas.

-¿Estás seguro? -el moreno preguntó, indeciso. Después de prácticamente haberse ignorado mutuamente el día entero después del incidente del beso, la situación le resultaba ilógica.

Por toda respuesta, Lisandro le abrió la puerta, invitándolo a subir. No pudo evitar observar lo irresistible que se veía Cristian con la camisa pegada a su cuerpo, producto de la cantidad de agua que la tela había absorbido gracias a la lluvia. Intentó apartar de su cabeza cada pensamiento lujurioso que hacía fuerzas por aparecer, convenciéndose a sí mismo que lo que estaba haciendo era algo propio de un buen compañero de trabajo, nada más.

Cristian le indicó hacia donde quedaba su casa, a unos veinte minutos de allí, según las órdenes del GPS.

-Sino déjame en alguna estación de subte, no te quiero molestar -el moreno le dijo mientras se ajustaba su cinturón de seguridad.

-Te llevo hasta tu casa, me queda de pasada -Lisandro mintió. En realidad, su casa quedaba en la dirección opuesta.

Se quedaron unos minutos en incómodo silencio, mientras Lisandro intentaba mantener la concentración en el camino y Cristian observaba sin prestar demasiada atención cómo las gotitas de lluvia se acumulaban rápidamente en el vidrio de su lado. Afuera caía un verdadero diluvio.

-¿Por qué no me dijiste que me habías reconocido? -el teñido preguntó sin vueltas.

-Es que al principio no te reconocí -comenzó a explicar el moreno -bueno, te veía cara conocida... pero hasta que no te ví sonreír el otro día no me dí cuenta de dónde te conocía. Estás cambiado, pero tu sonrisa sigue igual.

La sonrisa. Era increíble lo poco que sonreía últimamente. Parece que su obsesión con transformar a Cristian en su enemigo lo había vuelto un amargado.

-Gracias por no comentarlo con mis compañeros -Lisandro desvió la vista del volante para mirarlo a los ojos unos segundos.

-No me corresponde a mí contar tus intimidades. Vos tendrás tus motivos para no contarlo.

Lisandro fingió no darle importancia al comentario, pero se sintió verdaderamente conmovido. Cristian era genuinamente un buen tipo. Miró el GPS y se dio cuenta de que, lamentablemente, estaban a dos minutos de distancia de la casa de Cristian.

Cuando por fin llegaron, tomó valor para decir lo que todo el día estuvo pensando.

-Sé que me comporté como un pelotudo -se excusó- yo no soy así. No sé por qué, pero con tu presencia me sentí... me sentí amenazado. ¿Podemos empezar de nuevo?

Cristian lo miró enternecido. No podía creer que un hombre que se mostraba tan seguro y avasallante por fuera, fuera tan inseguro y vulnerable por dentro.

-Por supuesto -le extendió la mano, invitando a estrechársela -no podemos seguir así. Después de todo, somos compañeros de trabajo. Aunque... cuando quieras podemos salir.

-Yo... yo... -Lisandro le estrechó la mano con nerviosismo. No se esperaba que el otro se le insinuara de esa manera -yo no soy trolo.

El cordobés soltó una carcajada.

-¿Lo decís para convencerme o para convencerte? -recordaba perfectamente cómo se repetía el diálogo que habían tenido aquella noche cuando se conocieron -Buenas noches, Lisandro. Nos vemos mañana.

Se desprendió su cinturón de seguridad, tomó sus cosas y abrió la puerta.

-¡Esperá! -Lisandro lo detuvo -podés llamarme Licha.

-Y vos podés llamarme Cuti. 

Burning Desire (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora