Dieciséis

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Cuando abrió los ojos, le tomó varios segundos descifrar en dónde estaba y recordar cómo había llegado ahí: las frazadas tenían un aroma que reconoció como el perfume de Cristian que tanto le gustaba, sin embargo, estaba sólo en la cama. Buscó en la mesita de luz su celular y vio que eran casi las doce del mediodía, a pesar de que las cortinas cerradas de la habitación impedían que entrase la luz del sol. Ni bien intentó sentarse en la cama sintió cómo se mareaba, mientras que la cabeza se le partía de dolor. La sed infernal y el dolor de estómago le recordaban lo mucho que había tomado y lo horrible de la resaca que lo acompañaría durante el resto del día.

Imágenes borrosas de lo que había sucedido la noche anterior aparecían en su mente sin pedirle permiso, provocando que se arrepintiera de cada uno de los tragos que había tomado. Si la idea era tomar para olvidarse de Cristian, estaba más que claro que había sido un fracaso rotundo. "Estoy enamorado de vos..." el eco de su propia voz confesándole su amor se repetía una y otra vez. ¿Cómo iba a salir de allí y mirarlo a la cara? Realmente deseaba que la tierra se abriera y lo tragara en ese mismo instante.

Pero tarde o temprano iba a tener que enfrentar la situación, así que decidió levantarse y huir a su casa. La imagen que le devolvió el espejo era la peor: estaba pálido, ojeroso y despeinado. Una extraña sensación de calidez lo invadió al darse cuenta de que, a modo de pijama, tenía puesta una remera vieja de Cristian; entonces recordó que él le había preparado especialmente ropa seca para que durmiera cómodo. ¿Qué iba a hacer con él? ¿Qué significaba todo eso? No quería ilusionarse, pero era un claro avance respecto a lo que había estado ocurriendo entre los dos durante las últimas semanas.

Bajó las escaleras cautelosamente, tomándose de la baranda para no caerse ya que el piso todavía le daba vueltas bajo sus pies, y cada vez que sus ojos veían la luz una punzada de dolor le acuchillaba las sienes. Se encontró con la imagen de Cristian, también en pijamas, preparando café y tostadas.

-Buen día, Cristian -Lisandro lo interrumpió -¿me abrís? Me voy a mi casa.

-Buen día -lo saludó sin despegar la vista de lo que estaba haciendo -¿no te querés quedar a desayunar?

A pesar de que la mente de Lisandro le decía constantemente que debía salir de allí cuanto antes, su parte más sentimental deseaba prolongar el momento lo máximo posible.

-Me tomo un café y me voy... -finalmente aceptó.

Se sentó en el desayunador, de espaldas a Cristian para no caer en la tentación de quedarse hipnotizado mirándolo. Cerró los ojos y se masajeó las sienes con las manos, con la intención de aliviar un poco el tremendo dolor de cabeza que lo estaba matando.

-Tomá -el moreno se acercó a él y le extendió una pequeña pastilla y un vaso con un líquido efervescente blanco -para la resaca.

Lisandro tomó rápidamente la pastilla y el líquido sin decir palabras.

-Gracias... -murmuró, dejando el vaso sobre la mesa -por todo. No tenías por qué hacerlo.

-Te estoy devolviendo el favor -Cristian le respondió seriamente, acercándole una humeante taza de café y un plato con tostadas -¿te acordás cuando tenía fiebre y me viniste a cuidar? Bueno, estamos a mano.

El teñido asintió con la cabeza. Claro que se acordaba. Se acordaba de cada detalle que tuviera que ver con él.

-¿Cómo te sentís? -le preguntó amablemente, dándole un sorbo a su propia taza de café -¿dormiste bien?

-Tuve días mejores -bromeó -algo dormí, pero todavía me da vueltas todo.

La sonrisa que soltó Cristian ante su comentario provocó que sintiera una alegría que hacía bastante tiempo que no sentía. Si omitía el dato de que el chico estaba de novio con alguien que no era él, esa podría parecer una escena de cualquier mañana doméstica entre ellos dos. Quizás, si las cosas hubieran sucedido de otra manera...

Burning Desire (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora