Tres

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Apenas regresó a su casa luego de una particularmente tensa jornada laboral, Lisandro se cambió la formal e incómoda ropa de trabajo por sus prendas deportivas y salió a correr para despejar su mente. Hacía ya tiempo que había descubierto que esa actividad lo ayudaba a relajarse y a aclarar sus ideas y desde entonces lo hacía casi todos los días, como parte de su rutina.

El ardiente sol de febrero ya había bajado por completo, dando paso a una típica y agradable noche de verano. El parque donde solía correr estaba bastante concurrido por turistas, adolescentes y parejas que elegían el lugar para caminar, pasear o simplemente tirarse en el césped a disfrutar de la noche.

Se colocó sus auriculares, ajustó los cordones de sus zapatillas deportivas y comenzó a correr. Cada vuelta que daba alrededor del parque lo hacía sentir más y más agotado, pero había algo placentero en esa sensación, ya que lo ayudaba a aliviar un poco las tensiones que había ido acumulando a lo largo del día.

Todavía no podía creer que el imbécil de su jefe le había asignado como compañero de trabajo nada más y nada menos que a Cristian. Aunque apenas lo conocía y no tenía casi ningún motivo, sentía que ya lo detestaba. Era una piedra en su zapato: había llegado a su vida para arruinarlo todo y dejarlo expuesto como lo que realmente era. Lo peor de todo es que, a pesar de detestarlo, sentía hacia él una extraña atracción que no podía controlar. Toda su vida había sentido rechazo por los hombres que mantenían relaciones con personas de su mismo sexo y, ahora, sin saber por qué, eso mismo era lo que deseaba hacer con Cristian. No, eso era imposible... él amaba las mujeres, cuantas más pudiera tener, mejor.

Para cuando había terminado de correr estaba completamente empapado en sudor y le faltaba el aliento, pero por lo menos su mente se había calmado. O eso creyó.

Justo cuando se apoyó en uno de los bancos del parque para comenzar a elongar sus adoloridos músculos lo vio: Cristian estaba a unos pocos metros de él, haciendo exactamente lo mismo. Intentó retirarse del lugar sin hacer contacto visual con él, pero falló. Cristian ya lo había visto y caminaba hacia él con una sonrisa amistosa en su rostro.

Parecía que cuanto más quería evitarlo, el destino los acercaba más y más.

-¡Hola! Qué sorpresa verte acá -exclamó el cordobés con un tono muy animado. Parecía realmente complacido al verlo -¿estabas corriendo?

Lisandro puso los ojos en blanco con expresión de fastidio. Le molestaba que sea tan amable, tan distinto a él. Sin embargo, también le encantaba verlo cubierto en sudor y con ropa deportiva que se ajustaba perfectamente a las formas de su cuerpo. La constante contradicción de sus ideas empezaba a volverlo loco.

-¿Y a vos qué te parece? -contestó secamente -estaba elongando, ya me iba.

Se dio vuelta, dispuesto a volver a su casa.

-¡Nos vemos mañana! -le gritó Cristian a modo de saludo, inmune a sus malos modos.

...

A la mañana siguiente, cuando Lisandro ingresó en su oficina Cristian ya estaba allí sentado tomando un café y leyendo uno de los extensos expedientes que les habían asignado para el caso con el que iban a trabajar. Eso era lo que el teñido necesitaba para arrancar el día de la peor manera.

-¿Qué hacés acá? -le preguntó de muy mal modo, sin saludarlo.

-Buen día, no dormimos juntos, ¿o sí? -bromeó el moreno con un tono mucho más alegre que el suyo.

Lisandro sintió que la sangre le hervía de los nervios. Lo que menos necesitaba era escuchar bromas sobre ellos dos durmiendo juntos, cuando precisamente era eso lo que más deseaba hacer.

-Antes me mato -el teñido le replicó secamente.

-Es un chiste, Lisandro, relájate -Cristian frunció el ceño, cambiando la expresión amistosa por una mucho más seria y distante.

-No estoy de humor para chistes. ¿Qué hacés acá? -Lisandro dejó sus cosas en su escritorio, moviendo de lugar las pertenencias de Cristian.

-Lionel me dijo que me instalara acá -explicó pacientemente -como no tengo oficina propia y vamos a trabajar juntos, me dijo que era lo mejor.

-Disculpame, pero esta es oficina -Lisandro sabía que se estaba comportando como un niño pequeño que no quiere compartir su juguete favorito, pero no podía retroceder. Ya había decidido escoger el camino del odio y había marcado a Cristian como un enemigo íntimo -vas a tener que buscarte otra.

El moreno soltó una carcajada burlona y negó con la cabeza.

-Al final era cierto lo que me dijeron de vos, eh -soltó irónicamente, sembrando la semilla de la furia en Lisandro.

-¿Y qué dicen de mí? -el teñido apretó los puños con fuerza, clavando sus uñas en la palma de su mano e intentando contener la bronca que se apoderaba de su cuerpo.

-Que sos un pelotudo engreído, y que por eso nadie quiere trabajar con vos. -Cristian redobló la apuesta y volvió a ubicar sus pertenencias sobre el escritorio de Lisandro -No suelo guiarme por rumores, por eso intente ser amable, pero me parece bien que me demuestres como realmente sos así lo hacemos a tu manera.

Cristian salió de la oficina dando un portazo y dejando a Lisandro masticando su furia. 

Burning Desire (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora