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and it's like snow in the beach,
weir, but fucking beautiful
—snow in the beach, midnigths

Sienna Westbridge

Para el lunes entrante, cuando Sam y yo fuimos hacia Chris para que nos llevara a la casa Taylor al final de la jornada escolar, me se sentía particularmente nerviosa. Desde que había admitido que tenía sentimientos extraños por Chris, se me hacía algo complicado convivir con él. Las palabras tropezaban en mi boca, mis mejillas se sonrojaban a cada momento y trataba de evitar su mirada a toda costa. Y, si decía la verdad, me sentía un poco tonta con todo eso.

Y mis nervios no mejoran cuando Sam me recordó algo que había estado olvidando.

—La próxima semana es el cumpleaños de Chris, ¡y no tengo ni idea de que regalarle! —exclamó Sam cuando ambas nos quedamos solas en su cuarto.

¿El cumpleaños de Chris? Dios, ¿cómo había podido olvidarlo? ¡Si no hace él mismo me lo había dicho! Además, cumplía dieciocho, ¡era una edad muy importante!

—Apenas tengo dinero... —murmuró Sam tomando una lata vieja de cerveza que usaba como alcancía —. Solo tengo... tres dólares, ¡y fueron los que le robé a Chris la semana pasada! Que desastre, ¿qué se supone que le compre con tres dólares?

—Tal vez puedas regalarle un casete con música que tenga un significado especial para ambos —sugerí, aunque no estaba segura de que fuera la clase regalo que alguien como Sam daría.

Yo también tenía que pensar en un regalo, ¿pero que podía ser? ¿Algún disco de Metallica o Scorpions? Quizás algo para su auto, o un perfume, o un encendedor nuevo, o una chaqueta. Tal vez podría cocinarle un pastel, Chris me había dicho que las donas le habían gustado...

—Tal vez —dijo Sam y se dejó caer a la cama, pero, apenas un segundo después, volvió a ponerse de pie —. ¡Ya sé! ¡Le diré que pasemos el fin de semana en California! ¿Cómo no lo pensé antes?

—Suena bien —respondí —. De seguro que a Chris le encantará la idea.

Yo sabía que California tenía un significado especial para ambos hermanos Taylor, por lo que deducía que de seguro a Chris le gustaría pasar una fecha tan importante como su cumpleaños numero dieciocho en un lugar que era especial para él. Además, podría hacer surf, como tanto le gustaba, y quizás podría visitar a sus viejos amigos. Parecía un plan muy bonito.

—¡Claro que le encantará! —exclamó Sam, pareciendo satisfecha.




Christopher Taylor

—Olvídalo, Sam —me negué —. No quiero ir.

Sam y yo íbamos de regreso a nuestra casa luego de haber ido a dejar a Sienna a la suya cuando comenzó a contarme acerca del maravilloso panorama que había planeado para mi cumpleaños, el cual consistía en salir del pueblo el viernes por la tarde para llegar a Los Ángeles por la mañana, pasar el día allí, hacer surf, comer en las tiendas a las que solíamos ir cuando éramos niños, ir al el paseo de la fama, visitar nuestro viejo barrio y regresar por la noche para volver el domingo en la mañana.

—Pero...

—Pero nada —la interrumpí —. Es un viaje jodidamente largo y no tengo ganas. Además, sabes que detesto mis cumpleaños, solo son un día más. Y si hago algo, será con mis amigos, aquí.

De quien fuese que haya sido la idea de que seria bueno celebrar cuándos años llevábamos vivos debía ser un imbécil muy optimista, o, por el contario, un hombre con el ego muy alto. Pero, fuera como fuese, me parecía una celebración ridícula.

El diario de Sienna Westbridge Donde viven las historias. Descúbrelo ahora