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small talk, he drives, coffee at midnight
the light reflects, the chain on your neck
he says, "look up", and your shoulders brush
no proof, one touch, but you felt enough
—you are in love, 1989

Sienna Westbridge

𓆩♡𓆪 Estaba acostada en mi cama, dormitando con un libro de astronomía entre mis manos y la radio reproduciendo el lado A de un casete del álbum "She's so unusual" de Cyndi Lauper en volumen bajo.

Yo sufría de insomnio, por lo que generalmente terminaba durmiéndome a altas horas de la madrugada, algo que, tal parece, se debía al autismo. A diferencia de Eddie, Leon prefería no darme píldoras para esto, porque temía que quedara demasiado inconsciente como para despertarme en caso de un ataque de asma, y, aunque yo y Selene le intentamos explicar que era muy difícil que eso pasara, él prefería no arriesgarse.

De todas formas, ese día me estaba dando sueño antes de lo normal, pero se lo atribuía a que Sam me había sobreexplotado toda la tarde. Apenas el fin de semana pasado habíamos ido a California, y yo aún no me reponía completamente del viaje, por lo que esperaba pasar todo ese sábado en mi cama, sin embargo, cuando me llamó para invitarme al cine a ver El ojo del gato, no pude negarme, de la misma forma en la que no le pude negarme cuando me pidió que la acompañara a la tienda de música por un nuevo casete de Metallica (Augustine rompió el suyo con un patín luego de que Sam, en un movimiento de su interminable guerra no declarada, haya metido un peluche que James le había regalado al horno). Tampoco hice ademán de decir que no cuando me dijo que debía pasar al correo por un paquete, ni cuando me invitó a ver el ensayo que la banda tendría ese día.

Y, como si fuese poco, habíamos tenido que hacer todo ese recorrido a pie, ya que nuestro chofer, o sea, Chris, estaba trabajando.

Al final, había vuelto a mi casa pasadas las diez, luego de haberle pedido a Leon que me fuera a recoger, porque estaba segura de que mis piernas cederían tras dos cuadras si volvía caminando. Así que cuando llegué, cene rápido, me di una ducha con agua tibia y me puse una pijama cómoda para poder descansar de una vez por todas.

Había estado leyendo un poco para relajarme, como cada noche, poniendo música de fondo, pero sentía los párpados demasiado pesados, por lo que terminé durmiendo unos segundos aún con el libro encima. Y probablemente me hubiera quedado así hasta la mañana siguiente, sino fuese porque un ruido en la ventana me hizo despertarme de manera abrupta.

Un poco asustada, prendí la lámpara que había en mi mesita de noche, dispuesta a salir corriendo en busca de Leon en caso de que, al encender la luz, me encontrara con la cara de algún maniático asesino serial, y traté de ignorar como mi mente me proyectaba recuerdos de Sam diciéndome que El Acosador Nocturno, uno de los asesinos en serie más buscados del país, solía colarse por las ventanas abiertas de las casas.

Amaba las películas de terror, pero, en definitiva, no quería protagonizar una en la vida real.

No obstante, cuando la luz iluminó la ventana, no me encontré con ningún potencial asesino o un ladrón, sino con Christopher, quien me sonreirá desde el otro lado del vidrio.

—Chris, ¿qué haces aquí? —le pregunté susurrando luego de abrir la ventana, deseando que ninguno de mis hermanos pudiera oírnos, y miré el pequeño reloj de Topo Gigio que había a un lado de la lámpara —. Es casi medianoche.

La verdad, estaba muy sorprendida de verlo allí. Él nunca antes había hecho algo como eso. De hecho, solo pasaba por mi casa cuando venía a dejarme o para recoger a Sam, y esas veces nunca entraba, aunque, bueno, era entendible considerando la forma en la que él y mis hermanos se habían conocido.

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