but you keep my old scarf from that very first week
'cause it reminds you of innocence and it smells like me
—all too well, redSienna Westbridge
A pesar de que ya habían pasado un par de días desde que Christopher Taylor me había besado, el recuerdo seguía fresco en mi mente, y no podía evitar sonreír cada vez que la escena pasaba por mi cabeza. Sin embargo, a la vez, tenía un poco de miedo y estaba terriblemente confundida. Quiero decir, ¿qué se supone que pasa luego de que dos personas se besan?
Según las películas de romances juveniles (las cuales últimamente se habían transformado en una suerte de enciclopedia para mí), los besos jamás eran muy importantes, parecía más una competencia donde el ganador era quien encontrara a la chica más bonita o al chico más popular. Eran muy pocas veces los besos eran algo dulce, como lo mostraba Sixteen Candles y The Breakfast club, películas que, para mi mala suerte, cerraban con la escena del beso, por lo que desconocía que podía suceder después, aunque, de todas formas, esas películas tampoco se asemejan mucho a mi situación.
Era muy fácil saber qué significa eso para mí. Había sido mi primer beso, y había sido con Chris, el chico del que estaba enamorada. Pero, ¿cómo podía saber que significaba para él? Digo, había tenido un debate parecido antes, acerca de si podía creer o no que existía la posibilidad de que Chris estuviera interesado en mí de la misma forma en la que yo estaba interesada en él. Sí, ya había pensado en eso muchas veces. Pero, para mí, un beso podía cambiarlo todo, porque, para mí, un beso era algo importante, o al menos lo era en este caso.
¿Qué pasaría si todas las advertencias que Selene me había hecho con tanto dramatismo todo este tiempo terminaban siendo ciertas y todas estas salidas a las que Chris me llevaba eran solo su forma de llegar a besarme, como si fuera una clase de reto que él quisiera ganar? ¿Y si aquel beso era solo uno más? ¿Y si no hubiera significado nada para? ¿Cómo podía saberlo?
Quiero decir, el resto del día de aquel lunes, ese último lunes de abril de 1985, cuando yo y Chris nos besamos (aún me parece irreal decirlo), todo pareció ser normal (normal en el sentido de que nos comportamos como era usual).
Luego de que salí corriendo y me oculté en el baño hasta que Sam terminara su entrenamiento de soccer, traté de disimular lo mejor posible que mi mundo estaba de cabeza, por decirlo de alguna forma. Desde la ida a California, me la había pasado pensando todos los días, la mayoría del tiempo en contra de mi buen juicio, en el hecho de que Chris casi me había besado en la playa de Santa Mónica, y, por mas que me avergonzara decirlo, también me la pasaba deseando saber cómo se sentiría tocar sus labios. Y finalmente había pasado. Y ya no podía hacer suposiciones. Y todas las conjeturas que había llegado a crear al respecto estaban muy lejos de ser correctas.
Cuando sus labios tocaron los míos, los sentí fríos y un poco salados por los restos de sangre que había en ellos, y cuando comenzaron a moverse sobre los míos... Nunca había sentido algo parecido en toda mi vida. Había un calor que recorría mi cuerpo de arriba a abajo, sentía un cosquilleo en el estomago muy diferente a todos los otros, y había una opresión en mi pecho que era totalmente nueva.
A mi me gustaba la ciencia, no la poesía. No podría haber descrito aquello de una forma romántica al estilo de Shakespeare, como de seguro podría hacerlo alguien como Selene. Pero podía compararlo con... con el big-bang, con la explosión de algo que le da comienzo a todo. Era algo importante, poderoso, algo infinito, casi inentendible, algo hermoso, algo que no todos serían capaces de entender.
Pero ese no era el punto. Lo que quería decir era que, luego de aquello, todo se dio como se daba usualmente. Pese a que no podía evitar que mi mente reprodujera el beso en bucle y que mi cara estuvo roja por horas, tanto que Sam me preguntó varias veces si es que tenía fiebre, seguí mi día como si nada. Hice mis tareas, almorcé, charlé de Sam acerca de lo que fuese que cruzara su hiperactiva mente, y cuando ella y yo salimos de la preparatoria y caminamos hacia el auto de Chris para que este nos llevara a casa como llevaba haciendo todo el semestre, lo saludé como si no lo ocurrido por la mañana jamás hubiera pasado. Recuerdo que Chris me sonrió de una forma algo diferente a como lo hacía otras veces, y creo, solo creo, que pude ver que su rostro también estaba un poco rosado, aunque lo dude, Chris no era de los que se sonrojaban.
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El diario de Sienna Westbridge
RomanceSer una chica en los 80's no era algo fácil, pero serlo en una ciudad nueva, teniendo trastorno del espectro autista y siete hermanos sobre protectores lo eran aún menos. Sienna Westbridge prefería la tranquilidad de su cuarto y quería permanecer e...