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break my soul in two looking for you, but you're right here

If I can't relate to you anymore, then who am I related to?

—coney island, evermore


Sienna Westbridge

Las dos noches siguientes apenas había podido dormir. No paraba de darme vueltas en la cama y caminaba por mi cuarto como si pretendiera llegar a algún lado. Lloraba, me enojaba y luego volvía a llorar. Apenas cerraba los ojos mi mente reproducía el recuerdo de Chris con el rostro ensangrentado y la voz rota de Sam contándome la historia de su familia y cuando finalmente lograba caer en sueño por un par de minutos, mi cabeza se llenaba de horrendas pesadillas. Era una sensación horrible.

Leon me preguntó un montón de veces que me pasaba. Había perdido el apetito y me dolía el cuerpo como si me hubieran dado una paliza. Incluso James y Selene parecían preocupados por mi estado. Pero yo apenas era capaz de escucharlos, sus voces llegaban a mi como un eco distante y poco claro. Les gritaba lo que sea que pudiera tener un algo de sentido y pegaba portazos para esconderme en mi habitación.

El tiempo no pasaba. Era como si estuviera congelada, como si estuviera encerrada en un bucle de imágenes confusas que mi mente no dejaba de reproducir. Golpes, llanto, enojo...

Hasta que el lunes llegó.

Había pasado la noche en vela y me levanté mucho antes de que saliera el sol. Caminé rápido hacia la escuela sin siquiera notar en qué momento me puse de pie y me quedé en el estacionamiento alrededor de una hora esperando a que Christopher llegará. Miraba ansiosa cómo la hora avanzaba en mi reloj de muñeca, mordiéndome las uñas hasta que hice sangrar mi piel. Sin embargo, para cuando la campana sonó, su auto todavía no aparecía.

Me fui al salón luego de murmurar una grosería a uno de los maestros que me gritaba que entrara a clase de una vez y me senté en el banco del fondo. Miré por la ventana sin saber que pretendía ver, y me quedé así hasta que Sam apareció veinte minutos después.

Ella entró pegando un portazo e ignoró los reclamos de la profesora que le pedían que se disculpara por su actitud. Cuando llegó a mi lado tenía una expresión seria en el rostro, pero trato de sonreírme igualmente, como si quisiera pretender que ese solo otro día mas.

Sam no era cobarde, no para esas cosas, al menos. Ella me iba a mirar a la cara de todas formas, sin importar cómo la hubiera visto o de las cosas que me hubiera enterado. Si, yo lo sabía muy bien. Pero no estaba segura de que Christopher tuviera la misma actitud, y eso era lo más me asustaba.

Trate de quedarme quieta en mi asiento, trate que no se notara lo ansiosa que estaba. Intenté que mis manos dejaran de sudar y que mis piernas dejaran de temblar, me dije a mi misma que tenía que esperar un par de minutos más, que tenía que ser paciente. No quería que Sam pensara algo erróneo, no quería darle la impresión de que algo iba a cambiar entre nosotras por eso. Pero no me podía calmar.

Me puse de pie y salí diciendo que debía ir al baño. Fui hasta el salón de los de último año sin siquiera pensar con qué excusa me presentaría ahí ni qué le diría a mis hermanos más tarde. Realmente no me importaba. Lo único que quería era ver a Christopher.

Sin embargo, al cruzar la puerta y ver el último pupitre, donde él solía sentarse, me di cuenta de que estaba vacío.

Me marché de ahí sin responderle al profesor el porqué de la interrupción y salí corriendo hacia el patio trasero sintiendo que la desesperación comenzaba a apoderarse de mi. Tenía que estar allí, siempre estaba allí cuando no estaba en el salón. Si no estaba allí, yo...

El diario de Sienna Westbridge Donde viven las historias. Descúbrelo ahora