Todos venimos al mundo con la obsesión de un imposible, y cuando tomamos consciencia de que el imposible es eso: un imposible, ya es tarde para refugiarnos en la sensatez. Todos queremos lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido. Y tanto A...
painful to me pierce right through me can't you understand? oh, my little girl
all I ever wanted all I ever needed is here in my arms words are very unnecessary they can only do harm
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ENJOY THE SILENCE by depeche mode.
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VERDADES OCULTAS
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—Creo que me estoy enamorando de ti.
«Mierda, mierda, mierda.»
El murmullo de Aemond llenó la habitación, y Lucerys quedó momentáneamente sin aliento. Sus cuerpos estaban cerca, compartiendo el borde de la cama después de un beso que habían anhelado durante tanto tiempo alejados el uno del otro, y las palabras de Aemond resonaron en su interior como campanas que anunciaban un nuevo capítulo en sus vidas.
Lucerys sintió cómo un cosquilleo de anticipación recorría su piel, como si esas palabras hubieran dejado una huella ardiente en su ser. Sus manos, que habían estado aferradas a la sábana con tensión, se aflojaron ligeramente, y sus ojos se encontraron con los de Aemond, donde vio un brillo de cariño y devoción.
Aemond continuó acariciando el cabello de Lucerys, y cada movimiento de sus dedos era como una caricia suave y amorosa. El castaño no pudo evitar un suspiro, disfrutando de esa ternura que solo Aemond podía ofrecer.
—¿Por qué crees eso? —preguntó, su voz fue apenas un susurro cargado de emoción.
—Estás en mi mente a cada segundo, Luke —dice Aemond, sus dedos seguían acariciando su cabello y su toque era tan dulce que el castaño tenía que reprimir las ganas de suspirar— No soporto estar lejos de ti.
—Yo tampoco —confesó en voz baja.
La palma de Aemond acuna su mejilla y el castaño vuelca el rostro contra ella, frotándose contra su mano. Parecía un cachorro buscando cariño, la idea hizo que Aemond confirme firmemente que de verdad se había enamorado de él, porque ahora no concebía la idea vivir una vida sin Lucerys, sin su sonrisa, sin sus besos, sin esos ojos de ciervo color avellana o sin su sola presencia.
—Te eché mucho de menos, ángel —murmura Aemond y Luke se derrite.
—Me haz puesto un montón de apodos —dice el castaño sonriendo.
