Todos venimos al mundo con la obsesión de un imposible, y cuando tomamos consciencia de que el imposible es eso: un imposible, ya es tarde para refugiarnos en la sensatez. Todos queremos lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido. Y tanto A...
got our names tattooed on each other just to prove to each other that we'd do what we said only took a few days 'til our minds were made up and we thought we should try it again I was only 17 when we first tried things when she first made me feel like a man
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BABY CAME HOME 2 / VALENTINES by the neighbourhood.
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ADONIS
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Frente a él, el individuo desataba un flujo constante de palabras, un monólogo interminable que resonaba en los oídos del castaño. En algún momento de esa perorata, se mencionó un nombre, pero para Luke, apenas registró el detalle. Comenzaba con A, eso era todo lo que retuvo.
Alex, Albert, Andrew. . . no importaba. No era Aemond, así que eso no era relevante para él.
—Entonces, me preguntaba si me darías tu número —insistió el chico.
Fue entonces cuando Luke lo miró detenidamente por primera vez. Cabello negro, ojos azules, rasgos asiáticos, alto y fornido, demasiado para su gusto. No le agradaban los hombres con músculos tan pronunciados. Aemond tenía un cuerpo tonificado, bien trabajado de hecho, pero sin exageraciones, como si no necesitara inflarse artificialmente, no como el asiático.
—Escucha, Alex.
—Soy Aaron. . . —corrigió el individuo en un murmullo.
—Oh, si, lo siento, Aaron —rió Luke— No eres mi tipo.
—¿Y entonces cuál es tu tipo, bombón?
Luke blanquea los ojos y suspira. Su expresión reflejó una mezcla de sorpresa y desinterés.
—Mi novio. Así que gracias por tus cumplidos pero no.
—No soy celoso, cariño —dice el pelinegro encogiendo los hombros.
Lucerys levantó una ceja y crispó los labios, concluyendo que solo Aemond podía dirigirse a él de esa manera. La voz del individuo sonaba rasposa, grave, como si fuera falsa y desagradable. La de Aemond era varonil y suave, aterciopelada, encantadora, única. No se comparaba con nada.
Ah, cuanto extrañaba a Aemond.
—Dijo que te vayas a la mierda, ¿no lo captas? —gruñó Daeron, apareciendo por detrás de su amigo y pasando el brazo por sus hombros—. Largo, globo inflado.
